Asesinaron a Federico García Lorca entre Víznar y Alfacar. Según sus asesinos, lo mataron por «rojo y maricón».
Se les olvidó que ese «rojo y maricón», poeta universal, era un ser humano.
Que como todos los seres humanos incluyendo a sus asesinos, tenía el don de pensar, de sentir, de amar, de crear, de llorar, de reír y de soñar.
De vivir por y para sus seres queridos y de compartir con el resto del mundo lo mejor de él.
Ayer en Barcelona y posteriormente en Cambrils unos desalmados asesinaban y les robaban sus sueños, sus sentimientos, sus pensamientos y sus capacidades a un grupo de congéneres.
Sus abominables actos originan un dolor inmenso entre familiares y amigos y causan una gran indignación y tristeza al resto de las personas.
La especie humana se merece algo más.
Ocurran estos actos de horror y barbarie en cualquier lugar del planeta, afecten a personas de una raza u otra, sean creyentes o no, nuestro sentimiento es el mismo, el de una gran tristeza y un profundo estupor que nos embarga al comprobar como los seres humanos somos capaces de crear lo más bello y lo más miserable de este mundo.
Estos congéneres que se entregan a la maldad nos causan un gran dolor.
Nuestra responsabilidad es hacer que de éstas profundas heridas, brote el sentimiento más noble que distingue a nuestra raza, que no es otro, que la capacidad de amar.
En su recuerdo, en su memoria:
Amemos.
@Torre_de_la_Vela
EL CRIMEN FUE EN GRANADA: A FEDERICO GARCÍA LORCA
1. El crimen
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
… Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.
2. El poeta y la muerte
Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban…
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»
3. Se le vio caminar…
Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
Antonio Machado