En los mayores medios de información de este país fue muy comentado el silencio del candidato Sánchez en su discurso de investidura en las Cortes españolas de la semana pasada sobre las tensiones existentes entre el Estado español, por un lado, y el gobierno de la Generalitat de Catalunya, por el otrotensiones que definen lo que el establishment político-mediático español llama erróneamente el “problema catalán”, cuando en realidad es un “problema español”, pues se basa en dos visiones de lo que es España y debería ser su Estado, es decir, una España uninacional con un Estado monárquico radial, o una España plurinacional con un Estado republicano y poliédrico (como históricamente desearon las izquierdas españolas durante el período de lucha clandestina contra la dictadura).
El silencio de Pedro Sánchez era un intento de no dar visibilidad a este monotema, a fin de evitar qu e centrara el debate de investidura, tal como ha ocurrido en la vida política reciente del país.
Tal decisión fue, sin embargo, desacertada, pues el silencio se convirtió en ensordecedor, provocando a las derechas de siempre, que respondieron con gran agresividad y utilizaron, una vez más, el tema nacional a fin de ocultar el otro gran tema: la enorme crisis social que ellas contribuyeron en gran medida a establecer en todo el territorio español.
En realidad, el tema social fue el otro gran silencio, también ensordecedor, del discurso de Sánchez. Dijo muy poco sobre la extensión de la crisis social, que ha alcanzado en España (incluyendo Catalunya) unas dimensiones sin precedentes, crisis causada en gran parte por la aplicación de las políticas neoliberales que se han estado imponiendo a los dos lados del Ebro por parte de los partidos gobernantes en España y en la Generalitat de Catalunya, precisamente los mismos partidos gobernantes (PSOE y PP) en España, y CDC (más tarde PDeCAT) -con la ayuda de UDC y ERC- en Catalunya, que han liderado las tensiones nacionales en España (ver mi artículo Cómo los superpatriotas de ambos lados ocultan la enorme crisis social que han creado, Público, 21.03.2019). Hoy, los establishments políticos español y catalán están ignorando u ocultando esta enorme crisis social cuyos responsables tienen nombres y apellidos, algunos de los cuales estaban presentes en el hemiciclo o entre la audiencia que seguía el acto por televisión.
La visión excesivamente optimista del país que dio el Sr. Sánchez en su discurso contrasta con la realidad de una enorme crisis social existente y con la percepción popular de ella
El discurso de investidura del Sr. Sánchez siguió los cánones de la ortodoxia de marketing político: dio una visión optimista del estado de la nación, presentando a España como un modelo de modernidad, con una democracia fuerte, madura y robusta, dotada de uno de los Estados más descentralizados hoy existentes entre las democracias actuales. Era un intento de recuperar el buen nombre del Estado español, fruto de la transición definida como “modélica”, que nos permitió pasar de una dictadura (que duró casi 40 años) a un sistema democrático ejemplar, supuestamente homologable a cualquier otro sistema democrático existente en la Europa Occidental. El discurso de Pedro Sánchez intentaba estimular lo que antes se llamaba “orgullo patriótico”, poniendo en valor lo mucho que el establishment político español (bien representado en el Congreso de los Diputados) había hecho durante el período democrático.
El problema con este tipo de discurso es que no refleja la realidad del país. Y las clases populares son conscientes de ello. Existe una amplia percepción entre amplios sectores de la población de que la situación en la que viven no coincide con aquella visión optimista del discurso de investidura. Un dato resume tal percepción popular: lamayoría de la población española no cree que sus hijos e hijas vayan a vivir en el futuro mejor que ellos (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económicodominante, Editorial Anagrama, 2015). Estos y otros muchos datosmuestran que la distancia entre lo que la gente percibe, desea y considera importante y lo que el establishment político percibe, desea, decide y considera importante es enorme en España. De ahí que el porcentaje de la población que considera a la clase política como uno de los mayores problemas del país sea de los más elevados en la Unión Europea.
La realidad ignorada en el discurso del establishment político del país: la crisis social, sus causas y las limitadas respuestas a ella
Lo que el candidato Sánchez no indicó es que, como resultado de las reformas laborales aprobadas, primero por el gobierno del PSOE presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, y más tarde por el gobierno del PP dirigido por el Mariano Rajoy (que tenían como objetivo fortalecer al mundo empresarial a costa de debilitar al mundo sindical), y de las políticas de austeridad (que incluyeron unos de los recortes de gasto público social más acentuados en la UE-15, afectando muy negativamente el ya poco financiado Estado del Bienestar en España, uno de los menos financiados en tal comunidad), la calidad de vida y el bienestar de las clases populares fue deteriorándose de una manera muy marcada. España es hoy uno de los países donde la tasa de explotación del mundo del trabajo (la población asalariada) por el mundo del capital (el mundo empresarial que posee y gestiona la propiedad de las grandes empresas del país) es más alta, hecho responsable de que sea uno de los países con mayores desigualdades por clase social, no solo de la UE-15 sino también de la OCDE (el grupo de países más desarrollados en el mundo). De nuevo, los números hablan por sí solos. La ratio del nivel de renta del 20% más rico de la población (burguesía, pequeña burguesía y clases medias de renta superior) versus el 20% más pobre (clase trabajadora no cualificada y jóvenes de las clases populares, incluyendo de clases medias con educación superior) es de las más altas en la UE-15 (casi siete veces más alto). El promedio en la UE-15 es de alrededor de 4 veces.
Pero también hoy es uno de los países con mayores desigualdades sociales de género, según el Gender Inequality Index, que incluye datos sobre la salud de las mujeres (mortalidad maternal y embarazos entre adolescentes), sobre su empoderamiento (proporción de mujeres con al menos educación secundaria y proporción en las instituciones parlamentarias) y sobre su participación laboral (porcentaje de mujeres en el mercado laboral). Y lo que es también preocupante, por cierto, es que en otro de los grandes problemas que tiene el país (la insuficiente respuesta a la crisis climática), España es también uno de los países a los dos lados del Atlántico Norte con menos sensibilidad en temas climáticos y ambientales (ver los datos presentados en mi intervención, en los Cursos de Verano de la Universidad Complutense de Madrid, Por una alianza entre emancipación y protección social, 12 de julio de 2019, San Lorenzo del Escorial, en mi blog www.vnavarro.org).
No hay percepción en el establishment político español de lo que ha estado ocurriendo en este país. La falta de autocrítica del PSOE
Es cierto que Pedro Sánchez hizo referencia en su discurso de investidura a algunos de los déficits sociales y medioambientales importantes que debían corregirse, y citó propuestas que podrían ir en la dirección correcta. Ahora bien, el otro silencio en su discurso es que en ninguna parte de su intervención hubo una autocrítica hacia los gobiernos socialistas anteriores, y ello a pesar de que el PSOE, sobre todo a partir del gobierno Zapatero (cuando hizo suyas las tesis neoliberales), contribuyó enormemente a la crisis social y medioambiental que estamos viviendo en España. El gobierno Zapatero representó en España la Tercera Vía (la vía que habían seguido Bill Clinton en EEUU, Tony Blair en el Reino Unido y Gerhard Schröder en Alemania), y que era la incorporación de la ideología neoliberal en las políticas de la socialdemocracia europea y del Partido Demócrata en EEUU. Tales políticas neoliberales, como las reformas laborales regresivas y las políticas de “austeridad” con recortes de los servicios y transferencias del Estado del Bienestar, se acentuaron todavía más a partir del segundo mandato de Zapatero (2008-2011), causando un enorme daño a las clases populares, lo cual fue precisamente la principal causa de su declive electoral. Es a partir de entonces que el PSOE ha ido perdiendo atractivo electoral, con un aumento muy notable de la abstención entre las clases populares. Tanto es así que el PSOE pasó de tener un 43,9% de los votos válidos en las elecciones generales de 2008, a un 28,7% en las del pasado mes de abril, esto es, una caída de más de 15 puntos en una década (tocando fondo en las elecciones de 2015, cuando obtuvo un 22% de los votos).
La Tercera Vía significó un cambio radical en el proyecto socialdemócrata, incluyendo el PSOE (que, al menos en sus documentos fundacionales, se definía como socialista, intentando conseguir el socialismo a través de la vía democrática), pues tal partido adoptó la ideología y la narrativa neoliberal (la ideología generada por el gran mundo empresarial en las órbitas financieras y económicas internacionales). Léanse los trabajos y artículos de Miguel Sebastián y Jordi Sevilla, dos de los economistas más influyentes en el gobierno Zapatero, y lo verán. Sevilla había escrito un libro, De nuevo socialismo, en el que ridiculizaba lo que él llamaba socialdemócratas tradicionales (la manera amable de decir “anticuados”, entre los que aparecía yo en lugar destacado) por utilizar términos y categorías tan pasados de moda como “clase trabajadora” (en lugar de clase media) y de proponer, en este momento del siglo XXI, “la subida de los impuestos y el aumento del gasto público”. Lo que se tenía que hacer, según Jordi Sevilla, era lo contrario: bajar impuestos y reducir el gasto público, dicho en el país –España– que tiene unos de los ingresos al Estado más bajos y de los servicios públicos menos financiados de la UE-15. Siguiendo tal ideología neoliberal, el Sr. Zapatero recortó los impuestos, creando un agujero enorme en las cuentas del Estado (agujero de 27.223 millones de euros) que, al aparecer en toda su intensidad como resultado del descenso del crecimiento económico al iniciarse la Gran Recesión, forzó a su gobierno (del PSOE) a llevar a cabo los recortes. Recortó, por ejemplo, 1.200 millones de euros congelando las pensiones (cuando habría conseguido más revirtiendo la bajada del impuestos de sucesiones, 2.552 millones) y así un largo etcétera (ver el libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España, que Juan Torres, Alberto Garzón y yo publicamos).
Lo que los “modernistas” del PSOE querían era hacer olvidar algunos conceptos y estrategias clave en el proyecto socialista, definiéndolos como “anticuados”. Con ello ignoraban que los conceptos y principios científicos pueden ser muy antiguos y no por ello ser anticuados. La ley de la gravedad, por ejemplo, es muy antigua pero no por ello es anticuada. A los que no se lo crean, les sugiero que salten de un cuarto piso y lo verán. Y esto es los que le ha pasado al PSOE: que ha saltado del cuarto piso. Su apoyo electoral ha ido cayendo en picado (como también ha ocurrido en Europa).
Tal caída propició, pues, la victoria de las derechas. Ni que decir tiene que estas derechas “superpatriotas” (a ambos lados del Ebro) expandieron todavía más tales políticas neoliberales, deteriorando incluso más la calidad de vida de los españoles (incluyendo también la de los catalanes). Las políticas neoliberales de los gobiernos Rajoy, en España, y Mas y Puigdemont en Catalunya, hicieron también mucho daño a las clases populares. Sin conocer esta realidad no puede entenderse por qué el tema nacional (que ellos dirigen) a los dos lados del Ebro ha sido tan visible, ocultando la existencia de la enorme crisis social.
La revolución democrática del 15M y su impacto entre las bases del PSOE
Tales políticas neoliberales crearon un enorme enfado popular. El Sr. Mas tuvo que llegar al Parlament de Catalunya en helicóptero el día en el que el Parlament, controlado por las derechas, iba a aprobar los “recortes”, y el Sr. Rajoy utilizó, a partir de entonces, el tema nacional (como también hizo el Sr. Mas), para movilizar a las fuerzas “superpatrióticas”, intentando frenar al 15M. De tal movimiento 15M surgió Podemos, que, aliado con IU, constituyó un nuevo espacio que rápidamente (en dos años) se convirtió en la tercera fuerza política del país.
Fue precisamente el impulso de Podemos lo que originó un cambio muy importante en el PSOE: la rebelión de las bases del PSOE frente a la dirección y el aparato del partido, controlado por los socioliberales dentro del PSOE (liderados por Susana Díaz), que habían ganado las elecciones andaluzas y que estaban gobernando Andalucía con el apoyo de Ciudadanos (el partido más neoliberal existente en España después de Vox). La conversión del PSOE a la Tercera Vía, así como la irrupción de un movimiento político-social como Podemos, más tarde aliado con IU, tuvo un gran impacto en las bases del PSOE, que se rebelaron, expulsando a la dirección provisional de tal partido y eligiendo a Pedro Sánchez, que había liderado la rebelión contra el aparato. Sánchez se podemizó, moviéndose a la izquierda, utilizando incluso la narrativa de Podemos, incluyendo la necesidad de reconocer la plurinacionalidad del Estado español. Y en el día de las elecciones, el 28 de abril, cuando las bases del PSOE estaban celebrando, delante de la sede del partido, la victoria del PSOE y de Sánchez, indicaron el deseo de alianza con Podemos, repitiendo incluso el eslogan de este último: “sí se puede”, rechazando a la vez una posible alianza con Albert Rivera al grito de “con Rivera no”, que había sido siempre el deseo del aparato del partido: su elección creó una gran esperanza, pues no era reacio a entenderse con las izquierdas a la izquierda del PSOE, como lo habían sido sus anteriores Secretarios Generales.
Pero había dudas sobre la solidez de tal cambio en Unidos Podemos. No hay que olvidar lo que ya ocurrió en su día con Zapatero, que había sido el candidato rebelde a la Secretaría General del PSOE, en contra del candidato oficial del aparato, José Bono. En realidad, Zapatero recibió entonces también el apoyo del ala izquierda del PSOE, liderada por Matilde Fernández. Pero una vez en el gobierno, adoptó la forma más ortodoxa del neoliberalismo. De una manera semejante, Pedro Sánchez tuvo el apoyo, durante la campaña, de las izquierdas del PSOE, como Josep Borrell, el único dirigente del PSOE que más tarde se opuso al cambio del artículo 135 de la Constitución impulsado por el gobierno Zapatero (que obligaba al Estado español a dar máxima prioridad al pago de la deuda pública). Gente de su equipo (como Manuel Escudero, jefe del área de economía de su campaña en las primarias), habían dejado el PSOE de Zapatero, y se habían ofrecido para colaborar con Podemos. Cuando Sánchez se presentó, volvieron al PSOE y lo apoyaron.
La elección de Sánchez, como resultado de su podemización, abrió así unas grandes expectativas y grandes alegrías. De ahí que, en términos electorales, cuando el PSOE se presentó bajo su dirección, detuvo el retroceso electoral que el PSOE estaba sufriendo, aunque hay que reconocer que lo que se presentó como la “gran victoria” se alcanzó con casi los mismos votos, 7,5 millones, que había obtenido el PSOE en 2011 (7 millones), resultado que en aquel momento fue percibido como una gran derrota. Pero había conseguido más votos que en las elecciones anteriores: había una reversión. La podemización del PSOE era la principal causa de su reactivación.
Los dos grandes problemas que tiene España: el tema social y el tema nacional
Como he indicado en múltiples ocasiones, en España el tema nacional siempre se ha utilizado para ocultar y/o evitar la resolución del tema social. El intento más importante que ha habido en España de hacer reformas profundas en el país, con las propuestas del Frente Popular (durante la II República), fue interrumpido por las oligarquías españolas con un golpe militar para, supuestamente, defender la unidad de España. En realidad, era el intento de mantener sus privilegios. Y hace unos días vimos cómo el intento de establecer un gobierno de coalición de las fuerzas progresistas en España se vio interrumpido por el intento de defender la unidad de España. Lo que es más que preocupante es que, en esta ocasión, Pedro Sánchez, el dirigente del PSOE, parecía estar también preocupado por el hecho de que tal coalición PSOE-UP pudiera también facilitar la desunión de España, al no fiarse de que el líder de UP, Pablo iglesias, fuese suficientemente patriótico o democrático (¿!?).
En realidad, la unidad de España está siendo hoy amenazada por el propio Estado español y sus aparatos represivos. Es obvio que el Tribunal Supremo es una institución esencialmente de derechas, con una visión de España, como ocurre con la mayoría de aparatos del Estado, profundamente uninacional y radial, sin reconocer su carácter plurinacional y poliédrico. La resistencia a reconocer esta realidad es la que está estimulando los movimientos de secesión. En realidad, como he documentado extensamente, la transición de la dictadura a la democracia distó mucho de ser modélica. El desequilibrio de fuerzas era tal que era imposible que el resultado de tal transición fuera una democracia homologable al resto de democracias de la Europa Occidental. La prepotencia y preponderancia de las fuerzas conservadoras que controlaban el Estado (y la gran mayoría de los medios de información) creó un sistema democrático muy insuficiente, dando como resultado un bienestar muy limitado, que dejó sin resolver los dos problemas que aparecen ahora con toda intensidad: el tema social (cuarenta años de democracia no han resuelto el enorme déficit social de España) y el tema nacional (el Estado español no ha reconocido ni ha facilitado el desarrollo de su plurinacionalidad). El Estado continúa centrado en la capital del reino, construyendo un sistema radial, escasamente poliédrico.
La cultura franquista continúa instalada en amplios sectores del Estado, y muy en particular en los aparatos de seguridad y en el aparato judicial del Estado. El comportamiento del Poder Judicial, cuya máxima expresión es el Tribunal Supremo, da múltiples pruebas de ello: su oposición a anular las sentencias de los tribunales dictatoriales; su resistencia al traslado de los restos del dictador del monumento fascista que se erigió para honrar su memoria; su aceptación de Vox como acusación popular en el juicio a los líderes independentistas; el encarcelamiento sin juicio de los dirigentes independentistas, con petición de penas muy duras, cuando podrían y deberían utilizarse sanciones administrativas (en lugar de penales), tales como la inhabilitación, y así un largo etcétera. Estos presos son presos políticos, pues la naturaleza de los delitos que se les imputan, así como las condenas de cárcel que implican, son políticos. Y su encarcelamiento es un caso flagrante de violación de los derechos democráticos. Reconocer esto no quiere decir que no deban ser juzgados administrativamente, siendo la inhabilitación la sanción correcta. Han cometido un acto de desobediencia civil que merece, según las leyes actuales, una sanción. Pero tal desobediencia, desde el punto de vista democrático, no tiene por qué ser antidemocrática. La desobediencia de leyes o normas antidemocráticas no es necesariamente antidemocrática. El hecho de que llevaran a cabo un acto de protesta el 1-O no me parece censurable. Lo que sí es antidemocrático y censurable es que, en base a ello, declararan la independencia, pues ello iba en contra de los deseos de la mayoría de la población. Homologar democracia con el cumplimiento de la ley –como Sánchez y la ex-alcaldesa Carmena han indicado– es un error. El proyecto democrático ha requerido muchísimos actos de desobediencia civil que eran ilegales. Llegar incluso a cuestionar el compromiso democrático de Pablo Iglesias por definir a los presos independentistas como presos políticos es preocupante en extremo. Según tal argumento, Martin Luther King era un antidemócrata por haber violado las leyes discriminatorias del sur de EEUU cuando se las saltó.
La necesidad de recuperar la alianza de las fuerzas democráticas que lucharon contra la dictadura
La Guerra Civil fue principalmente el conflicto de las minorías que controlaban el Estado contra la gran mayoría de las clases populares de las distintas naciones y pueblos de España. La visión uninacional y radial, característica de la Monarquía española, era la existente entre las oligarquías financieras, empresariales y agrícolas del país. El fascismo fue la máxima expresión de esta visión de España, que reforzaba la enorme injusticia social en la que se basa. De ahí que, en la lucha contra el fascismo, hubo una identificación entre la lucha por conseguir la liberación de las clases populares y la redefinición del Estado, pidiendo un orden republicano y plurinacional.
Esta alianza –las izquierdas más los nacionalismos “periféricos”– fue la que sacó a las derechas herederas del franquismo –el PP– del gobierno. Y esta alianza tendría que haberse movilizado para establecer un nuevo gobierno de izquierdas en España. Sin embargo, hubo algunos obstáculos para que ello pudiese ocurrir. Uno fue la conversión del equipo de Sánchez hacia el uninacionalismo (empujado por las derechas y por el monopolio de lo que significa “patriotismo” en España). Su postura sobre el tema nacional es un síntoma de ello. Pero el otro obstáculo fue el comportamiento de las izquierdas nacionalistas catalanas (ERC), que han estado apoyando a las derechas independentistas en el gobierno catalán, y que, al negarse a apoyar el presupuesto pactado por el PSOE e UP, propició todo el proceso que llevó a unas elecciones y a la necesidad de que hubiera una investidura. El discurso de Rufián, subrayando la necesidad de la unidad de las izquierdas en España, entre las que se incluían, fue un paso positivo, pero habría sido más creíble si hubiera hecho una autocrítica de no solo su apoyo a las derechas catalanas pujolistas, sino de su oposición al presupuesto pactado entre el PSOE e UP que propició la necesidad de repetir las elecciones. Aun así, el paso de ERC es de una gran importancia, pues podría establecer una alianza de las izquierdas a lo largo del territorio español para conseguir la generalización de los derechos sociales, políticos, económicos y laborales para toda la población que vive en España, además de redefinir lo que es España. Esto finalmente parecía posible, pero ahora depende de quién gane dentro del PSOE, sus bases o los aparatos de siempre. Y no está claro. La fijación de Sánchez en conseguir la abstención del PP o de C’s es un signo de escasa credibilidad en su compromiso de llevar a cabo el cambio profundo que el país necesita. ¿Es que cree que C’s y PP le ayudarán a hacer ese cambio?
La injusticia de hablar de iguales responsabilidades en la investidura fallida
Equiparar al PSOE con Unidas Podemos en cuanto a responsabilidad por la investidura fallida es profundamente injusto. Ha sido el cambio de orientación del equipo de Sánchez, que pasó de ser favorable a la coalición a oponerse a ella, la causa principal de que la investidura no saliera adelante. En realidad, las cesiones de Unidas Podemos fueron sistemáticamente de una gran generosidad, mostrando a la vez que, en contra de la enorme campaña de descrédito liderada por el establishment financiero y económico y su establishment político-mediático, a fin de destruir a Unidas Podemos, no eran los ministerios (los famosos sillones), sino políticas concretas de enorme urgencia para resolver la crisis social, las que motivaron su posición negociadora. Es urgente que los militantes del PSOE que, en su día, se rebelaron frente a la antigua dirección del partido y los barones, se movilicen también ahora para presionar de nuevo y recordarle a Sánchez las promesas que hizo y las respuestas que dio al eslogan de “sí se puede” que utilizaron en el día de su victoria. Y es también urgente una gran movilización de los movimientos sociales y sindicatos para presionar, sobre todo, a Sánchez y al PSOE, para que recuperen su vocación transformadora y negociadora, estableciendo una coalición que sería la primera existente en España, continuadora de la alianza de las izquierdas durante la II República.
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