“Cinco años después, se reflexiona y se opina mucho sobre las consecuencias y la materialización política y social de aquel movimiento. Pero con frecuencia se olvida que un movimiento es algo que está en permanente evolución”,
“Todo fluye, nada permanece”
Heráclito de Éfeso
Han pasado 5 años desde el 15M. Mucha gente lo asocia con sus símbolos, la puerta del Sol de Madrid, las acampadas, las manifestaciones, las asambleas interminables con infinitos e irresolubles disensos, con sus bonitas ideas e intenciones que el viento y la lluvia del otoño siguiente se llevó hasta convertirlas en partículas que se diluyeron en el cosmos.
Ahora, cinco años después, se reflexiona y se opina mucho sobre las consecuencias y la materialización política y social de aquel movimiento. Pero con frecuencia se olvida que un movimiento es algo que está en permanente evolución y que, como un gran río que baja de las montañas, fluye alternando tramos plagados de obstáculos con otros de poderosa calma y zonas donde la vegetación casi logra ocultar el cauce.
Hace cinco años, en noviembre de 2011, antes de las elecciones que otorgaron la mayoría absoluta al Partido Popular, yo había escrito unas reflexiones sobre el 15M y al volver a leerlas hoy, creo que están vigentes. Aquí van.
Preámbulo
Cuanto exprese aquí va a ser mi opinión. Lo digo porque uno de los afanes más importantes del movimiento 15M es que nadie represente a nadie sino a sí mismo. En una era como la que vivimos de culto al ego, en la que intentamos destacar de las demás personas y utilizar las diferencias como instrumentos de poder, esa no representatividad es un valor sumamente importante. Por eso cuanto aquí diga, es sólo la expresión de lo que yo veo y siento. También procuro utilizar el lenguaje inclusivo de género, por lo que en vez de hombre digo persona o ser humano.
Qué es el 15M
Desde que aquella tarde de domingo del mes de mayo irrumpimos en la Puerta del Sol para manifestarnos, muchos de nosotros pensábamos que íbamos a estar “como siempre los de siempre”, y nos sorprendió aquella energía renovada y distinta, aquella comunicación sin barreras entre generaciones, entre seres humanos que yo no había visto nunca antes. Era como si nos conociésemos de toda la vida, muchos de nosotros comprendimos que un profundo cambio social y cultural se estaba gestando y volvimos a creer que otro mundo es posible.
Desde aquella tarde se ha escrito mucho sobre el 15M, más o menos éticamente, más o menos honestamente, más o menos a favor con ilusión, más o menos en contra, con miedo. Pero hay una serie de aspectos que, en mi opinión, nadie puede ignorar ni negar de lo que supone el movimiento. Voy a tratar de analizarlos.
1.1 La conciencia y el 15M
¿Y qué es eso que puede unir a personas tan diferentes en una comunión tan sólida que se desencadena al verse, al sentirse juntos? Pues creo que es lo que voy a llamar conciencia.
No me refiero a la conciencia moral, a la que permite discernir entre el bien y el mal, ni a la conciencia religiosa, sino a la conciencia como consciencia, la que permite que cada persona se dé cuenta de quién es y llegue al conocimiento que el ser humano posee sobre sí mismo, sobre su existencia y su relación con el mundo.
Esta facultad de conocerse bien que es inherente a la persona, está adormecida por las múltiples manipulaciones que recibe del exterior. Sólo con dejarnos sentir y preguntarnos con sinceridad qué somos en realidad y qué queremos cada uno y cada una, sin condicionamientos, leyéndonos por dentro, podemos llegar a liberar nuestro estado de consciencia.
Yo no sé si el ser humano es bueno por naturaleza, pero he comprobado que, en situación de auténtica libertad, la tendencia es conservadora y protectora de la vida y la vida está tanto en una persona como en sus semejantes, y con todo ser vivo, animales o plantas, así que cuanto más libres y más conscientes de nosotros mismos seamos, seremos más amorosos y más generosos con el mundo que nos rodea.
Todo intento de definir ese estado de conciencia y calificarlo con adjetivos más o menos técnicos, sería desvirtuarlo. De hecho, podemos asociarlo a ciertas emociones, a ciertos pensamientos, porque ver tantas personas en la calle, gritando al unísono, es muy emocionante y nos da ideas, pero si las emociones son inestables y los pensamientos son volátiles, la conciencia va pareja a una certeza y a una fortaleza que llegan más allá que las unas y los otros, porque la conciencia procede de la naturaleza común idéntica que es la esencia de todas las personas. Es la esencia misma de la vida humana.
Quizá por eso, al sentir que nuestra naturaleza estaba siendo herida y que intentaban anularla en lo más profundo, nuestra conciencia común nos impulsó a salir a la calle, a protestar desde las entrañas ante lo inadmisible, ante la situación que nos estaba asfixiando la dignidad de humanos y la supervivencia natural. Y fue entonces cuando nos dimos cuenta de que no estábamos solos, de que éramos muchos los que habíamos reaccionado todos al mismo tiempo y que nos unía una conciencia colectiva que se encontraba incluso por encima de las ideologías y del pensamiento.
Cuando una persona ha percibido, o más que percibir, ha sentido, ha aprehendido ese estado de conciencia, no lo olvidará nunca y para esa persona seguramente nada volverá a ser como antes, porque sabrá que tiene el deber ético de seguir evolucionando.
1.2. El arte y el 15M
Cuando tomamos conciencia de nuestra relación con el mundo, inmediatamente necesitamos expresarlo y encontrar comunicación que avale el descubrimiento. Esa expresión es el arte.
Según la Real Academia de la Lengua Española, el arte es la manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.
Me remito a la declaración que la UNESCO hizo en Mexico en 1982 refiriéndose a la cultura, y voy a extrapolarla: el arte hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de él discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de él, el ser humano se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden.
El 15M potencia, como uno de sus principales valores, la expresión de cada persona de una forma absoluta, sin cortapisas ni adecuaciones a lo socialmente correcto. Esa práctica se termina convirtiendo en puro arte de lo cotidiano. Si una persona es consciente de sus capacidades interiores, por medio de la expresión artística, y su puesta en práctica en el día a día, está aportando elementos esenciales para cambiar el mundo.
Este concepto del arte es muy difícil de asimilar y de llevar a la práctica en el día a día por la gran mayoría de la población quizá por miedo a lo nuevo y a lo desconocido y además los poderosos lo castran y lo monopolizan para proteger sus intereses particulares.
El movimiento 15M difunde cuanto puede la libre expresión del arte.
1.3 El pensamiento y el 15M
La mente humana es como las sirenas que sedujeron a Ulises con sus cánticos, es tan poderosa como tramposa, y posee tantos recursos que nos hace creer que somos seres civilizados, respetuosos y amorosos de nuestros semejantes. Y también que hemos llegado a “comprenderlo” todo o casi todo en el universo y eso es una gran falacia.
Nuestro nivel evolutivo real, el de la humanidad en su conjunto, dista mucho de ser el que nos sugiere o nos indica nuestra mente, porque si hurgamos en nuestras entrañas, seguimos siendo seres brutales, capaces aun de comernos los unos a los otros. Tal vez si tuviésemos suficiente valor para adentrarnos más a menudo en nuestra porquería, llegásemos a encontrar el diamante que se esconde dentro del fango y restableciésemos así el equilibrio que le falta a nuestra mente voladora, topásemos con la auténtica integridad de la persona humana.
El peligro es la ductilidad del pensamiento que es fácilmente manipulable por las entidades más poderosas a través de la educación, de las informaciones sesgadas de los medios de comunicación y de múltiples otros sistemas de coacción. El poder de la mente es tan tremendo en la persona, y en el colectivo social, que puede jugarnos muy malas pasadas: unas ideas o unos pensamientos manipulados por intereses perversos pueden llegar a dirigir el devenir de la raza humana hacia metas insospechadas y nada deseables, en pro del interés de unos pocos.
El movimiento 15M clama por el pensamiento libre de cada persona.
1.4 Conciencia vs pensamiento
Vivimos una época de culto desmedido a la inteligencia mental. La dinámica que mueve a las sociedades occidentales consiste en rentabilizar, como siempre en beneficio de unos pocos, la capacidad mental de algunos individuos en detrimento de valores éticos como la generosidad, la compasión y la solidaridad. El pensamiento es manipulado con absurdas ideas de que el más inteligente, el que estudia en la mejor universidad o el que acumula más títulos, será más feliz y tendrá más oportunidades en la vida. Eso desencadena una competitividad cainita e incluso suicida, porque el ser humano que se deja seducir por esos convencimientos no es capaz de aplicar los valores de la ética ni tan siquiera a sí mismo, dándose infinidad de casos de baja autoestima, de conformismo y autodestrucción.
Esta situación bloquea la capacidad de la persona para descubrir su auténtica naturaleza y por consiguiente para ejercer la libertad de pensamiento y la creatividad, para acercarse, en definitiva, a la conciencia de sí mismo y por ende, a la conciencia colectiva. Por eso no puede haber un cambio de conciencia colectiva sin un cambio progresivo de conciencia individual.
Aquella tarde en la plaza, nuestra conciencia de ser humano fue más fuerte que la manipulación de nuestros pensamientos, aquella tarde en la plaza hubo un clamor de libertad y vislumbramos un cambio de conciencia social, cultural y artística. Supimos que algo histórico estaba empezando a pasar, supimos que a partir de ese momento nadie lograría callarnos.
De hecho, en posteriores manifiestos elaborados con claridad por el movimiento 15M se recoge esta percepción:
Somos personas que libre y voluntariamente decidimos reunirnos para seguir reivindicando la dignidad y la conciencia política y social.
Nos une una vocación de cambio.
Queremos una sociedad nueva que dé prioridad a la vida por encima de los intereses económicos y políticos.
¿Por qué aquí y ahora?
¿Por qué confluyen todas esas conciencias individuales en un momento dado? Probablemente habíamos llegado a un punto de inflexión en los que el hartazgo y la indignación nos impulsaron hacia el clamor y la expresión y entonces nos dimos cuenta, todos a la vez, de que no estábamos solos, de que éramos muchos. Probablemente habría empezado el estallido en el norte de África y luego se ha ido extendiendo a otros lugares, a otros países. Personalmente me gusta creer en la teoría del centésimo mono, que supongo todos ustedes conocen, pero que voy a resumir.
El sudafricano Lyall Watson, botánico, zoólogo, biólogo, antropólogo, etólogo quiso cambiar la alimentación a una colonia de monos en una isla de Japón y les dio patatas cubiertas de tierra y barro, que los animales rechazaron. Pasado un tiempo, a una mona joven se le ocurrió lavar las patatas en el río y comerlas. Luego enseñó a los demás monos jóvenes a lavarlas como si de un juego se tratara. Al principio, los monos mayores tardaron más tiempo, pero terminaron aprendiendo y un buen día, súbitamente, toda la colonia estaba lavando las patatas.
Pero lo más sorprendente de todo fue que a partir de ese día, los monos de otras islas, sin contacto con las anteriormente mencionadas, también habían aprendido a lavar las papas, como si el nuevo conocimiento se hubiese expandido por el aire, alcanzando a toda la especie…
Watson consideró que cuando el mono número X había aprendido, se completó la Masa Crítica, es decir, el número de monos necesario para que toda la especie adquiera de pronto el nuevo conocimiento o la nueva conducta. Esto le hizo suponer que en la evolución de las especies hay mecanismos diferentes de aquellos que intervienen en la selección natural, lo cual tiende a mostrar que esos mecanismos también inciden sobre la manera como ideas y costumbres se propagan por toda la especie humana. A esto se llamó Teoría del Centésimo Mono.
Watson dice en su libro que si un número de personas suficientemente grande como para alcanzar la Masa Crítica adquieren un nuevo conocimiento o forma de ver las cosas, esto se propagará por toda la humanidad. De esto se desprende que una sola persona podría completar la Masa Crítica, y desencadenar un nuevo conocimiento para toda la humanidad.
¡Y eso que en la época del Dr. Watson (mediados del siglo XX) no había internet!
Celia Pérez es socia cooperativista de La Marea.
http://www.lamarea.com/2016/05/14/85806/