Vicenç Navarro.-
Autor del libro Ataque a la Democracia y al Bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante
Estos dos eslóganes, que tuvieron un amplio apoyo popular, reflejan muy bien lo que ha estado ocurriendo en este país. La evidencia de la abundancia de casos de corrupción en el partido gobernante de este país es abrumadora, una corrupción que ha llegado a un nivel que debería escandalizar a cualquier persona con sensibilidad democrática. Más de un analista español y extranjero ha señalado que el PP es uno de los partidos que existen hoy en Europa occidental donde se han dado más casos de corrupción. La evidencia muestra que ha habido una captura del Estado por parte de dirigentes que lo han estado utilizando para su propio enriquecimiento. Y aunque también sea cierto que tal corrupción se ha dado en otros partidos que han gobernado, ya sea en el Estado central, autonómico o local, el hecho es que el nivel de corrupción de muchos de los máximos dirigentes del PP y de otras derechas (en las que incluyo a CiU en Catalunya, que ha gobernado en aquella Comunidad Autónoma durante la mayor parte del periodo democrático) ha sido mucho mayor que el que se ha encontrado entre dirigentes de los partidos de izquierdas. La evidencia es clara para todo el que quiera verlo. Por mucho que los mayores medios intenten establecer un equilibrio e igualdad en los dos lados del espectro político, equilibrio que presentan como parte de su deseo de aparecer neutrales y equilibrados, los datos muestran que la corrupción en partidos políticos es más fuerte entre las derechas que entre las izquierdas. Quisiera aclarar que creo que la mayoría de personas militantes del PP no son corruptas, pero es sorprendente su tolerancia hacia aquellos de sus dirigentes que han estado parasitando el Estado durante tanto tiempo.
¿A qué se debe tanta corrupción?
El hecho de que el partido gobernante en España, el PP, cuente con tantos casos de corrupción es comprensible, pues el Estado actual no significó una ruptura con el Estado dictatorial (en el que la corrupción era la característica de aquel Estado, dirigido por uno de los dictadores que, como ha documentado el historiador Ángel Viñas en su detallado libro La otra cara del caudillo – y en contra de lo que se ha estado ocultando durante muchos años–, ha sido de los más corruptos que hayan existido en la Unión Europea), sino una modificación en la que muchos de los herederos de los que habían controlado y/o se habían beneficiado de aquel Estado continuaron dominándolo. Ni que decir tiene que la transición de la dictadura a la democracia fue un paso enormemente importante y fue una victoria significativa para las fuerzas democráticas, resultado de las grandes movilizaciones (sobre todo del movimiento obrero) que forzaron aquel cambio. Pero la fuerza de tales movilizaciones no fue suficiente para conseguir una ruptura con el Estado dictatorial, lo que explica que las fuerzas conservadoras continuaran ejerciendo una enorme influencia y un comportamiento clientelar y parasitario dentro del Estado.
A la luz de estos hechos, definir aquella transición como modélica es un profundo error, pues da la impresión de que el producto de aquella transición –la democracia española– fue modélico, lo cual es fácil de demostrar que no fue así. La democracia es muy limitada (de ahí el éxito del eslogan “no nos representan”), y la corrupción continúa siendo rampante en los partidos gobernantes, y muy en especial en los de derechas (lo que explica el apoyo popular a esta denuncia utilizando el eslogan “no hay pan para tanto chorizo”). En esta cultura de tolerancia hacia la corrupción no es de extrañar que nada menos que el mismísimo presidente del gobierno, el Sr. Mariano Rajoy, que lo es también del PP, diera ánimos al ex tesorero del PP, que terminó en la cárcel por corrupción.
La continuación de la cultura franquista
Pero otra característica de la inmodélica Transición ha sido la continuación de la cultura franquista, que transmite y reproduce esta enorme tolerancia hacia la corrupción. La ciudadanía acepta que tal práctica es intrínseca al Estado y a sus instrumentos. La desaprueban, pero la toleran. Y ahí está uno de los mayores problemas de la democracia: la inmunidad de la corrupción basada en la continuación de la cultura franquista.
Pero esta tolerancia se está acabando, pues nuevos hechos están siendo presentados. Uno de ellos es que el nivel de corrupción que se ha estado mostrando ha alcanzado unos niveles que no se habían visto antes. Ello no quiere decir que no existieran, pero ahora son conocidos. Permanecer callados es una situación que afecta a la dignidad democrática del país, y no es bueno para su salud democrática. No puede tolerarse que España continúe siendo gobernada por un partido en el que haya existido (y se tolere tanto) la corrupción, tan extensa como los recientes hechos van documentando.
El PSOE tiene que dejar de apoyar a ese partido
Pero otro hecho nuevo es que, por primera vez en la democracia, el PSOE es el primer defensor de dicho gobierno. Esto nunca había ocurrido antes. Y ello sucede porque el PSOE no quiso enfrentarse con otras elecciones que lo hubieran dejado en tercer lugar en las Cortes Españolas. Quería desesperadamente mantener el bipartidismo, considerando a Podemos como su mayor adversario (en realidad, por la agresividad expresada, se podría decir su enemigo). Y así lo han indicado sus dirigentes.
Soy consciente de que un argumento que ha calado en amplios sectores de la intelectualidad española es que Unidos Podemos (UP) no es coherente al pedir la moción de censura para expulsar al PP del gobierno, pues podía haberlo expulsado hace un año y no lo hizo. Se dice que entonces Podemos podría haber sustituido a Rajoy por Pedro Sánchez. La pregunta que se hacen es: ¿si no lo hicieron entonces, por qué lo hacen ahora? Tengo amigos a los que tengo estima y respeto que así piensan. Pero este argumento ignora o desconoce que fue el propio aparato del PSOE el que se opuso a tal alianza con Podemos. Incluso el candidato a la presidencia, Pedro Sánchez, así lo admitió en el programa Salvados. Y las condiciones puestas a Podemos por parte del PSOE estaban hechas precisamente para hacer imposible tal alianza. Lean la excelente respuesta de Nacho Álvarez, la persona que dirigió el programa económico de Unidos Podemos, al libro de Jordi Sevilla, con el mismo cargo en el PSOE (ver “Para muestra, un botón”, en eldiario.es, 16.04.17). Y tal oposición persiste. Es el aparato del PSOE el que no puede ver ni en pintura a Unidos Podemos. Y ahí está el gran problema de las izquierdas en España: que el aparato del PSOE (en contra del deseo de su militancia y de su electorado) no desea y se opone a una alianza entre este partido y Unidos Podemos. Y, de nuevo, el argumento promovido por el establishment político-mediático del país acaba imponiéndose: el argumento que se repite continuamente es que la coalición Unidos Podemos y sus aliados es una coalición inmadura, oportunista, deseosa de ocupar sillones, y dirigida por un líder errático, e incluso peligroso, Pablo Iglesias.
La realidad, sin embargo es otra. Es público que UP ha invitado a que, frente a tanta corrupción, las bases del PSOE, así como de todos los partidos, incluyendo los de derechas, se movilicen para exigir a todas las fuerzas políticas representadas en las Cortes que apoyaran una moción de censura al gobierno Rajoy, mostrando que la situación actual no es tolerable. Y para mostrar la falsedad del argumento del oportunismo, Unidos Podemos incluso ha ofrecido la candidatura que encabezaría la moción de censura a un miembro o simpatizante del PSOE, si así pudiera pactarse. Por desgracia, sería imposible que lo contrario –que el PSOE aceptara un candidato propuesto por UP- ocurriera. Y ahí está la raíz del problema que se intenta evitar en los constantes reproches a UP por parte del PSOE.
La otra cara de la moción
El dominio de las fuerzas conservadoras sobre el Estado ha tenido otras consecuencias (además de la corrupción) para el bienestar de las clases populares. España no es solo el país donde la corrupción es mayor, sino que es el país (en la Europa occidental) donde la democracia es más limitada, donde el Estado del Bienestar está menos desarrollado, donde la pobreza infantil es mayor y donde las desigualdades son más acentuadas. Todo ello está íntimamente relacionado, como he documentado en mi libro El subdesarrollo social de España. Causas y Consecuencias. Ni que decir tiene que mucho se ha hecho y avanzado durante los años de democracia (más cuando han gobernado las izquierdas que cuando lo han hecho las derechas). Pero los límites de la transición han quedado claros en estos años de Gran Recesión, cuando los dos partidos mayoritarios han estado aplicando políticas neoliberales que han afectado muy negativamente a la calidad de vida y al bienestar de la población, y muy en particular de las clases populares. Y tales políticas fueron impuestas indicando que no había otras alternativas posibles, argumentario que Juan Torres, Alberto Garzón y yo mostramos con datos que no era cierto (ver nuestro libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España).
Sí que había alternativas, y continúa habiéndolas. Si España tuviera uno de cada cinco adultos trabajando en los servicios públicos del Estado del Bienestar como ocurre en Suecia, en lugar de uno de cada diez, se habría terminado con una parte muy significativa del paro. Y tal cambio se puede financiar; hay datos fácilmente accesibles que así lo demuestran. De ahí la enorme importancia de romper con las políticas neoliberales que dominan hoy la UE y que transmiten las políticas económicas del PP, del PSOE y de Ciudadanos, políticas que es más que probable que los votantes de tales partidos desaprobaran si supieran de las posibles alternativas, lo cual no es fácil debido al enorme control de los medios, sesgados hacia posturas conservadoras y liberales.
Se necesita una segunda transición
Y estas políticas se han acentuado de una manera muy marcada durante los años de gobierno del PP. Desde 2008 hemos estado viendo una avalancha de políticas que han estado causando un enorme daño a la población en España. Durante los años de gobierno de un partido con tantos casos de corrupción hemos visto un gran deterioro del mercado laboral, con un enorme incremento de la precariedad, de la temporalidad y de la desocupación, además de una gran bajada de los salarios. Hemos visto también un gran deterioro del escasamente financiado Estado del Bienestar, a la vez que se ha producido un gran debilitamiento de los derechos laborales y sociales, con políticas orientadas a debilitar a los sindicatos y los movimientos sociales reivindicativos y contestatarios, con un aumento de la represión (con tintes franquistas) frente a la protesta y un control abusivo de los medios, tanto públicos como privados, a fin de “demonizar” a las fuerzas de oposición contestataria, hartas de tanta corrupción, tanta austeridad y tantas reformas reaccionarias, reprimiéndose a la vez cualquier redefinición de España que permitiera la expresión de su plurinacionalidad. De ahí que sea urgente que todas las fuerzas democráticas, sean del color que sean, se movilicen y protesten –en defensa de la dignidad democrática– frente a un partido en el que amplios sectores de su dirección han captado el Estado para su usufructo personal y partidista. La salud de la democracia requiere tal cambio.
Una última observación de tipo personal. A raíz de una falsa noticia (que era yo el candidato propuesto por UP para la moción de censura), facilitada por uno de los medios de información de España, he sido invadido por notas, mensajes de apoyo y felicitaciones (y también, predeciblemente, insultos) que no son merecidos, pues tal noticia es falsa, lo cual en España ocurre con excesiva frecuencia, y que explica la falta de credibilidad de los medios. No soy el candidato, aunque tengo mi propio candidato, que espero que lo sea, pero, como siempre, esta personalización de lo político (que caracteriza la cultura mediática del país) no es lo más importante. Lo que sí lo es es la movilización a favor de que se sume el máximo número de personas, movimientos sociales y partidos políticos, de todos los colores, en la defensa de la dignidad democrática, y que digan: ¡Basta ya! Así lo espero.