Intervenciones íntegras de los cuatro portavoces de los partidos politicos en la investidura de Rajoy el 30-31 de agosto de 2016, que ha finalizado con 170 votos a favor y 180 votos en contra.
Texto íntegro Mariano Rajoy
Texto íntegro Pedro Sánchez
Texto íntegro Pablo Iglesias
Albert Rivera
«Señora Presidenta, Señorías:
Las razones por las que he aceptado el encargo de su Majestad y solicito la confianza de la cámara para mi investidura son tres:
1. España necesita un gobierno con urgencia;
2. los españoles han señalado con claridad su preferencia por el Partido Popular,
3. y, en tercer lugar, no existe una alternativa razonable.
En primer lugar, como digo, España necesita un gobierno eficaz, y lo necesita con urgencia. Hemos conseguido que, tras dos elecciones y ocho meses con un gobierno en funciones, la frase “España necesita un gobierno” se haya convertido ya en un clamor popular.
No insistiré porque todos ustedes la emplean y la escuchamos todos los días en todos los ámbitos: en los medios de comunicación, en las empresas, en las administraciones locales y autonómicas, entre nuestros vecinos y socios europeos.
En todas partes, por parte de todos y desde hace tiempo. De hecho, el 1 de marzo de este año, cuando el Sr. Sánchez se presentó a la investidura en esta Cámara argumentó en varias ocasiones, “España necesita con urgencia un gobierno”. Desde entonces han transcurrido casi seis meses.
Afortunadamente tuvimos la previsión de aprobar los Presupuestos para este año y, afortunadamente también, las medidas adoptadas durante la pasada legislatura han permitido que en 2016 continúe el crecimiento económico y la creación de empleo.
España es hoy el país, de entre los grandes de la Unión Europea, que presenta mayor crecimiento económico. Exactamente estamos creciendo a un ritmo que es más del doble de lo que crece el conjunto de la zona euro.
Y lo que es más importante, gracias a ese crecimiento de la economía, el empleo en España sigue aumentando a un ritmo de medio millón de personas al año. Así lo confirman los últimos datos conocidos: somos el país de Europa donde más empleo se crea.
Parece evidente que, pese a las limitaciones del gobierno en funciones, estamos logrando que la confianza en la economía española supere a la incertidumbre política que nos está acompañando durante estos meses.
Sin embargo, Señorías, todo tiene un límite, y esto puede cambiar. De hecho, ya son muchos los avisos que recibimos, desde dentro y fuera de España, sobre la necesidad de contar con un gobierno en plenitud de funciones, a la mayor celeridad posible. En caso contrario, las cosas se podrían torcer y evolucionar a peor.
Y esto es algo que, bajo ningún concepto, debemos permitir. Los españoles han realizado durante los últimos años un trabajo extraordinario para superar dificultades económicas extremas; han protagonizado una historia de éxito que se reconoce y se admira fuera de nuestras fronteras; han empezado a ver un horizonte de esperanza después de la peor crisis económica que hemos vivido en décadas y, por tanto, no sería justo nublar ese horizonte de prosperidad o malograr la recuperación en marcha por culpa de la parálisis política.
Además, hay razones urgentes que también nos exigen la pronta formación de un gobierno. Como saben, España ha negociado recientemente con las autoridades europeas un importante grado de flexibilidad para continuar el proceso de reducción del déficit público, retrasando hasta 2018 el momento en que se nos exige situarlo por debajo del 3% del PIB. En consecuencia es inaplazable adoptar las medidas necesarias para conseguir ese objetivo. Para ello es imprescindible el cumplimiento estricto de los términos del acuerdo con Europa antes del 15 de Octubre.
Señorías, como he señalado, esta es la tarea más urgente. Las consecuencias de fallar en esta cuestión serían de extrema gravedad: entre otras, se derivarían sanciones para nuestro país o la pérdida de importantes fuentes de financiación europeas, por no hablar del serio menoscabo de la credibilidad ganada, con tanto esfuerzo, a lo largo de estos años.
Quiero poner especial énfasis en la necesidad de remitir a estas Cortes el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para el año 2017. No sólo porque constituyen el elemento central de nuestro compromiso con Europa, sino porque afectan a millones de españoles.
Les recuerdo que casi 14 millones de personas perciben algún tipo de prestación pública en nuestro país todos los meses. De los presupuestos dependen esas prestaciones, pero también la financiación de la Comunidades Autónomas y las Corporaciones locales y, por tanto, de servicios sociales que prestan. De los presupuestos dependen también las inversiones, las ofertas de empleo público y tantas otras cuestiones esenciales en la vida de un país.
Por todas esas razones les digo que es urgente que España disponga lo antes posible de un gobierno capaz de actuar y responder.
Por eso, y por poner fin a la anomalía democrática que supone la existencia de un gobierno en funciones durante ya más de ocho meses y dos procesos electorales. Un gobierno que, precisamente por estar en funciones, está limitado a la hora de adoptar decisiones que afectan o convienen al interés general.
Podría dar más argumentos, pero creo que los que acabo de señalar son suficientes para fundamentar la primera razón de mi presencia aquí: la urgencia en constituir el gobierno. Esta es la primera razón, pero no la única.
La segunda razón, Señorías, es que así lo han dispuesto los españoles al pedir con claridad que gobierne el Partido Popular.
No me refiero solamente a los que, con sus votos, han acentuado el peso de nuestro partido en la vida española. Incluyo también al resto de los votantes que, cuando se les pregunta en las encuestas, responden mayoritariamente que debe gobernar el Partido Popular.
Son, pues, los españoles quienes me traen a esta tribuna.
No sólo ha sido escogido el Partido Popular como opción electoral preferente en dos votaciones sucesivas, sino que ha sido el único partido que ha visto crecer el apoyo de la gente, mientras que sus posibles alternativas eran relegadas en las urnas.
El resultado electoral del pasado mes de junio ha sido inequívoco. Nunca, salvo en el caso de las mayorías absolutas, ha habido tanta distancia entre el primero y el segundo partido.
Señorías, siempre es útil saber con qué mensajes no están de acuerdo los votantes. Pero, sobre todo, importa saber qué es lo que defienden:
Pues bien, durante las dos últimas campañas electorales, algunos de nuestros adversarios no quisieron reconocer nada bueno en lo realizado por mi gobierno. Si tenemos en cuenta que se condenó insistentemente nuestra labor, nuestros esfuerzos y nuestros resultados, hemos de reconocer que los electores se han fiado más de lo que ven con sus propios ojos que de lo que les cuentan algunos. Por eso han respaldado lo que hace el Partido Popular, al tiempo que han negado la razón a quienes pretendían desmantelar una tarea que tiene mucho más de encomiable que de lo contrario.
Basta ver cómo estaba España a finales de 2011 y cómo está hoy en términos de crecimiento económico, creación de empleo y reducción de paro.
En rigor, los españoles han valorado, como el resto de Europa, la fortaleza de un gobierno que, en circunstancias muy penosas, y en un plazo sorprendentemente breve, ha logrado enderezar la situación, salvar al país de un desastre, situar a España a la cabeza de Europa en crecimiento, y abrir el horizonte de bienestar y de empleo que desea la mayoría.
Es decir, Señorías, estoy aquí también porque así lo han querido los españoles. Porque lo que se debe hacer en España les parece muy importante, y porque no les consta que otros puedan, o quieran, o sepan continuar la tarea, tal y como conviene a la gente.
Y, en tercer lugar, estoy aquí porque la alternativa que yo planteo, además de ser la más respetuosa con la voluntad de los españoles, es la más conveniente y razonable.
Salvo que alguien pretenda juguetear de nuevo con el interés y la paciencia de los españoles, o prefiera repetir las elecciones, la opción que traigo a esta Cámara es la única que parece viable.
Las razones son evidentes y no necesito detenerme mucho en ellas:
Mi propuesta es la única posibilidad real de que España pueda disfrutar de un gobierno moderado, que no sea una aventura de radicalismo, ineficacia e incertidumbre. Un gobierno que continúe la tarea emprendida, fomente la actividad económica, anime la inversión, cree empleo, y extienda, dentro y fuera de España, el clima de confianza política y económica que necesitamos.
Un gobierno que pueda trabajar desde el primer momento, desde el primer minuto, sin tener, como otros, que perder un año más en ponerse al día y en resolver sus contradicciones internas, antes de comenzar a ejercer.
Esto, que siempre es recomendable, se antoja imprescindible cuando existe urgencia para responder eficazmente a los apremios a plazo fijo que nos aguardan en unas pocas semanas.
En suma, Señorías, no existe alternativa que responda a los deseos de los españoles, que atienda a sus intereses, que cubra sus necesidades, que suscite confianza y que esté en condiciones de intervenir inmediatamente.
Si existiera, sería para otra cosa; sería para conformar un modelo de gobierno de mil colores, radical e ineficaz que ni conviene a España ni desean los españoles. Un gobierno que, además, vendría hipotecado por las exigencias de partidos cuyo principal objetivo es desafiar a nuestras instituciones democráticas y romper nuestra unidad territorial.
En resumen, Señorías: como he señalado al comienzo de mi intervención, las razones por las que solicito la confianza de la cámara son tres:
– España necesita un gobierno eficaz con urgencia;
– los españoles han señalado con claridad su preferencia por el Partido Popular, y,
– en tercer lugar, no existe alternativa viable.
Por todo ello, acepté el encargo de Su Majestad y acudo hoy a solicitar la confianza de la Cámara.
Cumplo así con mi obligación de hacer cuanto esté en mi mano para que España pueda contar con un gobierno lo antes posible y no nos veamos abocados a una nueva consulta electoral.
Me lo exige, repito, el impulso de los ciudadanos, que han colocado en el primer lugar de sus preferencias, por dos veces consecutivas, al Partido Popular.
Y me obliga, en fin, que mi propuesta sea la única razonable en las actuales circunstancias.
Señorías, es importante que España pueda contar con un gobierno, pero con eso no basta, porque es obvio que no le sirve a España cualquier gobierno.
Nos estaríamos engañando, peor aún, engañando a los españoles, si les dejáramos creer que basta con elegir no importa qué gobierno, sea el que fuere, para resolver la papeleta o, como dicen algunos, «desbloquear la situación».
Lo que España reclama es, obviamente, un gobierno que pueda gobernar, que atienda eficazmente los problemas, lo cual exige un gobierno que sea estable, duradero, sólido y tranquilizador.
Un gobierno estable es un gobierno que no está sometido a vaivenes constantes porque todos cumplen con lealtad sus compromisos.
A España, además, no le sirve un gobierno para un año, ni siquiera para dos. Sus problemas reclaman que pueda disponerse de más tiempo.
Por mucho que aprovechemos el tiempo tenemos por delante tareas extraordinarias, de las que hablaré luego, como alcanzar los veinte millones de españoles con trabajo, asegurar la plena recuperación económica, o proteger nuestra unidad territorial. Cualquiera de ellas, y otras a las que me referiré después, exigen una labor sostenida y perseverante.
Quiero insistir en esto: O somos capaces de aplicar un esfuerzo persistente, o será imposible alcanzar lo que todos deseamos. O actuamos responsablemente, o estaremos engañando a los españoles haciéndoles creer que en España nos podemos apañar con un gobierno efímero.
Además, ese gobierno estable y duradero, debe estar en condiciones de gobernar, lo cual significa que pueda tomar decisiones y que sus decisiones se apliquen.
Esto quiere decir algo tan de Perogrullo como que España necesita un gobierno fuerte, sin hipotecas, que pueda desarrollar sus propios planes con desembarazo, tomar decisiones con la rapidez que las circunstancias exijan. En fin, responder eficazmente a los desafíos, no sólo económicos, laborales y sociales, sino también a cualquier amenaza contra la seguridad o contra la unidad de los españoles.
No se trata, pues, de aprobar no importa qué gobierno, ni de imponerle que adapte sus actuaciones a su propia musculatura política; y mucho menos que restrinja su programa a lo que su debilidad le permita. ¡Mal servicio sería este para los españoles!
El gobierno, Señorías, no es un fin en sí mismo. Ni mucho menos. El gobierno es un instrumento para dar respuesta a los problemas de España. Para eso queremos el gobierno; para hacer lo que los españoles precisan, y por ello buscamos un instrumento adecuado a las dimensiones de esa tarea.
Debe ser, pues, estable, debe ser capaz de gobernar y, además, Señorías, debe inspirar confianza y hacerlo en todas direcciones, porque hemos de tranquilizar a todo el mundo: a los padres, a las personas que aún buscan empleo, a los empresarios y a los inversores, a los pensionistas, a la Unión Europea… a todo el mundo.
Porque esa confianza es la que marca el techo y el límite de nuestro desarrollo. Cuanto más alta sepamos situarla, mayor será el ritmo de nuestra recuperación.
Y, a la inversa: cuanto menos sólido o fiable parezca el nuevo gobierno, peor irán las cosas para España.
Necesitamos un gobierno fiable y previsible en sus decisiones, que no despierte incertidumbres ni recelos, sino, al contrario, un gobierno con el que todos puedan saber a qué atenerse.
Urge cerrar el paso a cualquier sombra de duda o de suspicacia sobre la política, la solvencia o la responsabilidad de la nación española.
Demasiadas decisiones económicas aguardan cautelosas, pendientes del rumbo que emprendamos. Y con ellas, otras tantas inversiones de capital, iniciativas empresariales, ofertas de empleo… que no quieren arriesgarse hasta desvelar qué pasará en España.
Se nos reconocen grandes perspectivas de crecimiento, pero todos sabemos que están ligadas al rumbo actual de la economía española y que son incompatibles con cualquier clase de aventurerismo económico.
Nos importa hacer saber al mundo entero que España, no sólo es muy atractiva, que eso ya lo saben, sino fiable, que es lo que quieren oír.
Por último, Señorías, España necesita un gobierno basado en acuerdos, porque así lo exigen los resultados electorales, y porque nos enfrentamos a desafíos a los que ningún partido político puede hoy responder en solitario.
Esto, cuando no se dispone de una mayoría parlamentaria, exige, o bien un gobierno de coalición, o, cuando menos, alguna clase de acuerdos que eviten una legislatura estéril.
Esa fue la propuesta que yo hice, tanto el 21 de diciembre, como el 27 de junio: un gobierno de amplia base parlamentaria capaz de hacer, por consenso y con vocación de permanencia, las grandes reformas que necesita España. Un gobierno como los que funcionan en muchos países de Europa y desde hace muchos años.
Propuse un acuerdo similar al que rige en las instituciones comunitarias y con el que se está haciendo frente a los populismos antieuropeos surgidos en los últimos tiempos. Propuse ese gobierno nacido de amplios acuerdos desde el primer momento y con absoluta convicción.
Entre otras razones porque creo que es la mejor manera de interpretar la voluntad que los españoles definieron con sus votos.
He citado los acuerdos en último lugar, pero bien podría haber comenzado por ahí. Son tan importantes que no me parece que pueda ser viable un gobierno que no cuente con ellos, porque ni será estable, ni podrá gobernar, ni sembrará confianza. Sin acuerdo, ni siquiera será posible evitar nuevas elecciones.
En suma, Señorías: si queremos ofrecer a los españoles un gobierno que esté en condiciones de abordar las tareas pendientes, corresponde a esta Cámara asegurarles un gobierno estable, capaz, tranquilizador, que necesariamente deberá estar basado en un amplio acuerdo.
Señorías, parte de ese acuerdo ya está logrado. El Partido Popular se presentó a estas elecciones en coalición con los partidos Foro Asturias, Unión del Pueblo Navarro y Partido Aragonés, con un programa de gobierno que sometimos conjuntamente a los españoles. Quiero agradecer a los representantes de las tres formaciones su apoyo y su lealtad en este tiempo.
Tras el 26 de junio, hemos avanzado mucho en la buena dirección con Ciudadanos y Coalición Canaria. También a ellos les agradezco su esfuerzo. Sinceramente creo que están haciendo lo que hoy es mejor para los españoles.
Después de haber puesto en común nuestros distintos planteamientos y de haber encontrado una posición compartida sobre el futuro de nuestro país, estoy en condiciones de someter a la consideración de esta Cámara la siguiente propuesta para España.
Nuestro proyecto contiene un objetivo clave: el empleo. Creo que todos estaremos de acuerdo en este punto.
Nadie debería dudar hoy de que el empleo es la meta de toda política económica y el presupuesto necesario de cualquier política social.
El empleo ha sido siempre mi máxima preocupación y mi máxima prioridad. Cuando asumí, por primera vez, las responsabilidades como Presidente del Gobierno en el año 2011, en España se destruían cada día 1.400 empleos. Hoy, cada día encuentran trabajo casi 1.600 españoles.
Sencillamente, Señorías, se ha invertido la situación. Se ha dado la vuelta completamente a la tendencia. De ser el país de la Unión Europea donde más empleo se destruía, hoy lideramos la creación de puestos de trabajo en la Eurozona.
Como decía, hemos cambiado la tendencia. Pero no podemos cambiar de objetivo. Todavía son millones las personas que en España buscan una oportunidad. Y ahora tienen más esperanza de encontrarla. Por eso, todavía nos queda tarea.
Podemos aspirar a alcanzar los 20 millones de personas trabajando en la España de 2020.
Eso es tanto como mantener el ritmo actual de creación de medio millón de puestos de trabajo al año. Y lograr, también, que cada vez sean de mayor estabilidad y calidad.
Este objetivo no depende sólo de que hagamos una buena política de empleo. Depende muy especialmente de que mantengamos el crecimiento económico y consolidemos la recuperación. Depende, en consecuencia, de mantener y mejorar las políticas económicas que han abierto esta etapa y han mejorado nuestras perspectivas. Ese es nuestro reto fundamental para los próximos años. Al menos, lo es para mí.
Porque, Señorías, gracias a esas políticas hemos iniciado la salida de la crisis más profunda que ha atravesado España en varias generaciones. Una España que estuvo al borde del colapso. Tres millones ochocientas mil personas perdieron su empleo, se cerraban empresas sin interrupción, desaparecían las inversiones, se desplomaban los ingresos públicos y financiarse era una misión imposible para empresas, familias y administraciones. Tal era el escenario, que el rescate soberano parecía el único alivio a una situación desesperada.
No quiero ni pensar cuáles hubieran sido las consecuencias económicas y, sobre todo, las consecuencias sociales de esta decisión. El caso es que no lo pedimos. Confiamos en España y en la capacidad de los españoles.
Tomamos medidas como un país soberano, que no renunciaba a ser dueño de su futuro. Y que adoptaba decisiones para superar los graves desequilibrios de nuestra economía, sin abandonar a los españoles con menos medios para sobrellevar esta situación.
Pese a todas las dificultades, con el esfuerzo de los españoles y las reformas adecuadas, logramos recuperar la confianza, la credibilidad y, por encima de todo, la creación de empleo.
Permítanme que exponga unos pocos datos para ilustrar mis palabras. No está en mi ánimo recrearme en el gran cambio que se ha producido en nuestro país en los últimos años, sino sentar el punto de partida de un futuro lleno de posibilidades que no podemos malograr.
Señorías,
– Hemos pasado de la recesión al crecimiento –el pasado trimestre crecimos casi el triple de la media de la Eurozona-.
– Hemos pasado de la destrucción masiva de empleo a crear medio millón de empleos cada año.
– Del cierre absoluto al crédito, a un crecimiento actual de hasta el 33% para la compra de viviendas. Les recuerdo, además, que el crédito para PYMES aumentó el año pasado un 13%.
– De una prima de riesgo desbocada, a tipos de interés mínimos; e incluso en algunos tramos, nos pagan por nuestra deuda pública.
– De que los precios subieran por encima del 3% a que tengamos ahora una inflación negativa, que preserva el poder adquisitivo.
En definitiva, hemos pasado de la paralización de la actividad económica a instaurar un nuevo patrón de desarrollo más sólido y sostenible. Por primera vez, salimos de una crisis sin devaluar moneda. Y por primera vez, España crece y crea empleo sin tener que recurrir al endeudamiento exterior. Desde hace cuatro años, tenemos superávit en nuestra balanza de pagos. Un hecho que pone de manifiesto la transformación que se ha producido en la economía española.
El balance de lo obtenido nos permite reafirmarnos en nuestro compromiso con este país y en nuestra convicción con la forma de gobernarlo.
Y afirmar también que, si no permitimos que la inestabilidad política deteriore la confianza, y recuperamos la normalidad democrática de un Gobierno en plenas funciones, España puede mantener el ritmo de creación de empleo que nos conduzca a los 20 millones de personas trabajando en 2020. Ahora sabemos que podemos hacerlo. Y nadie puede dudar, que sabemos cómo hacerlo. Lo hemos demostrado con nuestras políticas. Y lo han constatado los hechos.
Siempre he defendido, de igual manera, que queda mucho por hacer. Que restan problemas a los que atender. Y que lo haríamos de forma más eficaz si contamos con un mayor respaldo. Si somos capaces de compartir prioridades y preocupaciones.
Creo que el acuerdo de investidura que hemos alcanzado con Ciudadanos y Coalición Canaria, responde a ese objetivo y permite aprovechar todo nuestro potencial como nación para asentarnos como potencia económica de primer orden. Para ello hemos de seguir reformando aquellos factores sobre los que se asienta la competitividad en la economía global.
Me refiero a cuestiones como la eficiencia, la sostenibilidad, el emprendimiento o la innovación.
Eficiencia en el funcionamiento de los mercados de bienes y servicios, para asegurar la competitividad de la economía y la unidad de nuestro mercado interior.
Eficiencia también en el uso de nuestros recursos, para asentar un crecimiento sostenible. En este ámbito, es preciso que la política energética no solo contribuya a la competitividad, sino también a la lucha contra el cambio climático. Este debe ser el objetivo del Pacto por la Energía, que forma parte del acuerdo que hemos suscrito con Ciudadanos y que está abierto al resto de formaciones de esta Cámara.
Este pacto tendrá que contemplar las especiales necesidades de Canarias, en la línea del trabajo que hemos venido realizando con el Gobierno de Canarias durante el último año y que es un elemento importante de la “Agenda Canaria”.
Esta agenda tiene como núcleo básico el Régimen Económico y Fiscal de Canarias, y busca atender sus especiales necesidades como región ultraperiférica, para fortalecer su crecimiento y desarrollo social.
Señorías,
Apostar por un crecimiento de calidad, requiere apoyarse y apoyar a sectores punteros y prioritarios, como son el agroalimentario, la industria o el turismo. Y también respaldar la iniciativa emprendedora, como verdadero catalizador de la actividad económica y la creación de empleo.
Creemos que es posible y es positivo incrementar los estímulos al emprendimiento, para que cueste menos comenzar una actividad. Y, también, para que sea más fácil mantenerla y ampliarla.
Porque autónomos, emprendedores y pequeños empresarios han sufrido lo más duro de la crisis y han de ser protagonistas de la recuperación. Su esfuerzo merece nuestro reconocimiento y demanda nuestra atención.
Por eso, queremos promover nuevas medidas de apoyo a los autónomos y a tal efecto hemos acordado:
– Abordar en el Congreso una reforma del régimen de cotización de los autónomos con el objetivo de hacerlo más flexible y adecuado a las especialidades de cada actividad.
– También que puedan computar su pensión en las mejores condiciones o compatibilizar plenamente empleo y pensión.
– Y que se amplíe la tarifa plana de 50€, de los seis meses actuales a un año.
Pero queremos ir más allá; no limitarnos al apoyo a los que empiezan, también a los que quieren crecer. Porque con ellos crece también la economía.
Por eso, es preciso plantear nuevas medidas que contribuyan al desarrollo empresarial, eliminar escalones regulatorios y evitar cargas normativas que desincentivan el crecimiento de la PYMES. Asimismo, pretendemos rebajar la carga fiscal a aquellas que inviertan en su desarrollo, así como asegurar su financiación y su liquidez con un especial control sobre la morosidad empresarial.
Señorías,
La economía transcurre hoy en términos digitales. Y es preciso adaptarnos a sus condiciones y aprovechar sus oportunidades. Yo les propongo avanzar en la Agenda Digital de nuestro país para que abarque tanto el desarrollo de nuestras infraestructuras de comunicación –que ya están entre las mejores de Europa-, como la mejora de la formación en competencias digitales.
Es preciso impulsar la presencia de las pymes en el comercio electrónico o la transformación digital de nuestra industria, pero también hay que pensar en la economía digital como un sector en sí mismo y facilitar la iniciativa de los emprendedores en este ámbito; debemos fomentar todas las industrias y servicios de contenidos digitales, que serán claves en el futuro.
Tenemos que adaptarnos a los cambios tecnológicos. Pero también ser capaces de liderarlos. Porque la innovación y la investigación son las claves, en definitiva, para un crecimiento sólido y solvente.
Por eso, Señorías, proponemos un Pacto Nacional por la I+D+i, para alcanzar en 2020 el objetivo de inversión pública del 2% del PIB en el conjunto de todas las actividades de este sector. Este “acuerdo nacional por la ciencia y la innovación” debe ir acompañado del estímulo a la financiación privada, con la mejora del actual sistema de deducciones fiscales y con el reconocimiento de la labor de los investigadores.
Es bueno aumentar el capital físico de nuestra economía mediante la inversión en tecnología, en bienes de equipo, en infraestructuras, en innovación, pero de nada sirve si descuidamos la educación de los jóvenes y la formación de los trabajadores. La formación es la clave para que el crecimiento económico se traduzca verdaderamente en empleo y empleo de calidad.
Por eso, hemos convenido un Plan de choque contra el Desempleo, que pretende dotar de mayor eficacia a las políticas activas de empleo y que impulsará un amplio programa de formación para desempleados, utilizando para ello la modalidad del cheque formación, que permite escoger a cada usuario los cursos más adecuados a sus necesidades.
Además, luchar contra el desempleo –que insisto ha de ser nuestra prioridad principal para los próximos años- nos obliga a seguir avanzando en la eficiencia y competitividad de nuestro mercado de trabajo. Apostar por la flexiseguridad, fomentar la creación de empleo estable y de calidad y facilitar su adaptación al nuevo marco tecnológico y a las nuevas realidades laborales. Sin renunciar a las reformas que nos han permitido cambiar la tendencia en la creación de empleo. Así planteamos:
– reducir a tres las modalidades del contrato de trabajo,
– introducir mecanismos para reducir la dualidad y fomentar el empleo indefinido, como la ampliación de la exención de cotización a los primeros 500€ de salario, durante cuatro años.
– y crear un fondo de capitalización para los trabajadores, en un esquema similar al que rige en países como Austria.
Señorías,
Les he explicado mis propuestas para la mejora del funcionamiento de los mercados, incluido el de trabajo, el apoyo a los emprendedores y el impulso a la formación y la innovación. Pero existen más elementos que determinan la competitividad de un país y un crecimiento de calidad; me refiero, por ejemplo, al sector público.
La gestión del gasto y de los ingresos públicos debe aspirar a la mayor eficiencia posible, para repartir los beneficios y cargas de la política fiscal de forma justa y que apoye al crecimiento. Esta ha sido siempre mi postura y mi política.
Señorías, cuando hablamos de gasto público tenemos que tener siempre muy presente nuestro compromiso de reducir el déficit público por debajo del 3% de acuerdo con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea. Es una obligación europea y también constitucional, una condición indispensable para permanecer en el euro.
Pero es, sobre todo, una convicción porque no se puede gastar lo que no se tiene. Ya hemos conocido desgraciadamente en España las consecuencias de ignorar este principio.
Y así como uno no puede gastar lo que no tiene, no debe malgastar los recursos de los que dispone. Por eso durante la legislatura pasada, se puso en marcha la Comisión para la Reforma de las Administraciones Públicas, que ha abordado ya importantes modificaciones en su funcionamiento. La intención de mi gobierno es continuar esta labor, con una revisión integral del gasto que ayude a identificar posibles duplicidades y reducir gastos superfluos.
Por lo que se refiere a los ingresos públicos, mantengo mi compromiso de seguir rebajando impuestos a los españoles y particularmente el impuesto sobre la renta, a medida que el crecimiento económico se fortalezca y cumplamos nuestra senda de consolidación fiscal.
Tan pronto como alcancemos nuestro objetivo de reducir el déficit público por debajo del 3%, aprobaremos una rebaja de 2 puntos del tipo del IRPF, para que quede fijado entre el 18% en su tramo más bajo y el 43,5% en su tramo superior.
También impulsaremos la revisión de otras figuras impositivas para favorecer la inversión y evitar el fraude y la elusión fiscal. Además, en el marco de la reforma de la Financiación Autonómica tendremos que analizar los ingresos tributarios de su competencia.
Señorías, sin duda esta cuestión -la Financiación Autonómica- es de vital importancia cuando nos estamos refiriendo a la eficacia del sector público y se justifica ampliamente si tenemos presente el peso de los servicios que prestan las Comunidades Autónomas: Educación, Sanidad, Dependencia y otros servicios sociales.
Es necesario contar con un consenso de primer orden para lograr dos cosas que todos los ciudadanos nos demandan. La primera: acceder en condiciones de igualdad al mismo nivel de calidad de los servicios públicos básicos, y segunda: garantizar una financiación estable y suficiente de los mismos, que los preserve de contingencias como los ciclos electorales, las épocas de abundancia o de recesión económica.
Por ello ofrezco a todos los partidos de esta Cámara y singularmente al Partido Socialista que, al igual que el Partido Popular, gobierna en buena parte de las Comunidades Autónomas, que abramos una negociación para diseñar juntos un modelo estable que preserve la igualdad y la solidaridad de todos los españoles, también a la hora de recibir servicios públicos.
Señorías, para evitar algunos equívocos, conviene recordar cómo se gasta el dinero público en España. De cada 100 euros que gasta el Estado, 63 se dedican a gasto social: 26 euros de cada 100 a pensiones, 14 a sanidad, 9 a educación, 8 a otros gastos sociales y 6 a prestaciones por desempleo. Esta es la realidad de nuestras cuentas públicas y la realidad del sistema de bienestar español, que es uno de los mejores del mundo. Y los aquí presentes tenemos la obligación de preservarlo y mejorarlo.
Pensemos, especialmente, en el sistema de pensiones. Hemos hecho ya esfuerzos -en las anteriores Legislaturas, y a través de distintos Gobiernos- por mejorar su sostenibilidad. Y hemos tenido que afrontar -muy en particular en los últimos años- las consecuencias de la pérdida de más de tres millones y medio de empleos, con sus correspondientes cotizaciones sociales, en los peores momentos de la crisis.
Mientras, el número de pensionistas ha alcanzado máximos históricos, cerca de nueve millones y medio. Y la cuantía de las pensiones, también. Hemos garantizado su actualización y las hemos mejorado, con un complemento adicional a la maternidad. Nunca en la historia de España el presupuesto en pensiones había superado los 130.000 millones de euros.
Les propongo abrir el diálogo para fortalecer el sistema público de pensiones con el objetivo de dar tranquilidad a los pensionistas presentes y futuros. Ya les anuncio que, si recibo su confianza como presidente del Gobierno, propondré la convocatoria inmediata del Pacto de Toledo para acometer esta tarea.
Señorías, hay asuntos fundamentales para los españoles que van más allá de un periodo de sesiones o de una legislatura. Las pensiones es uno de ellos; es uno de los grandes asuntos de Estado y, en consecuencia, debemos abordarlo como exige, con responsabilidad y altura de miras.
Lo mismo podemos decir de la educación. Mi voluntad como presidente del Gobierno será abrir un diálogo con todas las fuerzas políticas para lograr un Pacto Nacional por la Educación.
Un Acuerdo que puede y debe extenderse a todos los niveles, desde la educación primaria hasta la propia Universidad. Les estoy planteando un pacto que dote al sistema educativo de la estabilidad necesaria para centrarse en la adquisición de competencias y la mejora de resultados; para centrarse en la generación de oportunidades, y en que todos puedan acceder a ellas en igualdad de condiciones.
Estoy convencido de que esa voluntad es compartida por muchos de quienes hoy estamos aquí. Creo que todos defendemos el derecho a la educación y todos defendemos el derecho de los padres a elegir cómo quieren educar a sus hijos. Nuestro deber, desde los poderes públicos, es garantizar esos derechos y trabajar por un sistema educativo basado en la libertad, la igualdad y la calidad.
Ellos nos exige garantizar el acceso al sistema educativo, reforzando la política de becas; asegurar la atención a las necesidades específicas de los alumnos; luchar contra el abandono y el fracaso escolares; y favorecer la convivencia en las aulas.
Señorías, soy muy consciente de que no es posible plantear una mejora de nuestro sistema educativo sin contar con una pieza fundamental del mismo como son los profesores. Pensando en ellos, queremos aprobar el Estatuto del Personal Docente que mejore el acceso y el desarrollo de su carrera profesional. En esta tarea no empezamos de cero, ya que en la última etapa del gobierno hemos elaborado el Libro Blanco de la Función Docente, que servirá de base para mejorar la regulación de los derechos de los profesores.
Del mismo modo, también hemos hecho una apuesta decidida por la mejora y dignificación de la formación profesional, mediante la implantación en España de la Formación Profesional Dual, que permite a los jóvenes compatibilizar el aprendizaje con un empleo. Nuestro objetivo en los próximos años ha de ser la creación de 100.000 plazas en este sistema.
También debemos acordar a nivel nacional las medidas precisas para fortalecer la Universidad española, mejorar su gobernanza, su financiación y su dinamismo. El objetivo es una Universidad moderna, con calidad y de excelencia, que atienda tanto a la equidad como al esfuerzo de los estudiantes, y ofrezca un marco adecuado para el desarrollo de la carrera docente y la investigación.
Podría hablar de muchas otras cuestiones, todas importantes, cuando hablamos del bienestar de los españoles y nuestro sistema de protección social, pero quiero destacar entre ellas la lucha contra la peor forma de desigualdad, que es la violencia de género.
Les propongo alcanzar un gran Pacto contra esta Violencia que se ejerce sobre las mujeres; un acuerdo que involucre a todos los partidos, todas las administraciones, a todas las entidades concernidas. Y que implique a toda la sociedad, para que juntos ofrezcamos una salida y una oportunidad a las víctimas.
La sensibilidad y el compromiso de todos los gobiernos y de todas las instituciones en la lucha contra esta lacra es algo que nos ennoblece como país, pero siempre estaremos obligados a ir más allá mientras una sola mujer sea víctima de esta situación. Hoy, por ejemplo, cuentan con asistencia jurídica gratuita durante todo el proceso que se abre desde el momento en que piden ayuda por primera vez. Y también tienen la tranquilidad de que ni un solo maltratador ha obtenido un indulto de mi gobierno.
Otro de los grandes pilares del programa de gobierno que hoy someto a esta Cámara es el fortalecimiento de nuestras instituciones. Estamos aquí gracias a los votos de los españoles y nuestra obligación es reforzar el vínculo que une a los ciudadanos con sus representantes.
Permítanme que antes de abordar este asunto, haga una primera observación: la mejor manera de preservar la confianza de los ciudadanos en nuestro sistema democrático es cumplir su voluntad, la de los españoles.
No me refiero solamente a respetar la opción más votada en las urnas. Estoy hablando, sobre todo, de un principio previo: cuando los españoles votan, lo hacen para contar con un gobierno. Corresponde a los elegidos, que somos nosotros, la obligación y la responsabilidad de dar cumplimiento a ese mandato y no volver a defraudarles.
Señorías, difícilmente se me ocurre un mayor daño a la democracia española que decir a los ciudadanos que su voto ha sido inútil en dos ocasiones y tener que repetir las elecciones generales por tercera vez.
Respetar la democracia es la primera medida para fortalecerla. A partir de ahí todas las iniciativas que se puedan adoptar para aumentar realmente la confianza de los españoles en las instituciones contará con nuestro respaldo.
La corrupción se persigue hoy más que nunca, y los castigos son los más elevados que se han conocido. En España, hoy, no queda ningún resquicio para la impunidad. Nuestro país es más transparente, disponemos de controles más férreos sobre la financiación de los partidos políticos, nuevos requisitos para los altos cargos, y hemos puesto en marcha mecanismos para recuperar hasta el último euro robado por los corruptos.
Todo eso se ha hecho ya, pero, en este campo, la tarea nunca se puede dar por concluida. Por eso, hemos incorporado en el acuerdo de investidura con Ciudadanos un conjunto de medidas que vienen a reforzar aún más la exigencia y la ejemplaridad en la vida pública.
La lucha por la regeneración debe ser un objetivo que nos vincule a todos y contenga compromisos concretos, como la negativa a conceder indultos a los condenados por corrupción, de la misma manera que no se conceden tampoco a los delitos de violencia doméstica o terrorismo.
Propongo también
– una regulación de los lobbies que salvaguarde la defensa del interés público en todo momento, por encima de cualquier otra consideración.
– Reforzar la prevención frente a la corrupción en la contratación pública y en la concesión de subvenciones,
– un mayor control y obligaciones de transparencia en los partidos políticos.
Aunque Señorías, a nadie se nos escapa, que estas propuestas contra la corrupción, solo serán verdaderamente útiles y efectivas si obtienen el compromiso de todas las fuerzas políticas.
En otro orden de cosas, el Partido Popular y Ciudadanos hemos pactado también una ambiciosa agenda de reformas institucionales; soy consciente de que, para salir adelante, la mayoría de ellas precisan de unos apoyos muy superiores en número a los que ambos partidos representamos.
Pero, aunque nuestros escaños fueran suficientes para aprobarlas, tengo que permanecer fiel a mi convicción de que los asuntos de Estado que afectan a las bases mismas de nuestra convivencia democrática, superan con mucho los acuerdos de investidura y precisan grandes acuerdos de Estado.
Señorías, vivimos en un mundo cada vez más exigente. Un mundo que no espera a aquellos que deciden contemplar el futuro en lugar de afrontarlo con determinación.
Los españoles no pueden permitirse que sus representantes, sea cual sea el color de sus escaños, se conformen con ser espectadores de excepción de los acontecimientos que afectan a sus vidas. Tenemos una responsabilidad con aquellos a los que representamos, por supuesto, pero también en el contexto internacional en el que nuestro país tiene voz y debe ejercerla.
Señorías, permítanme reafirmar hoy el compromiso de este Parlamento y de la Nación a la que representa con el proyecto europeo. Y mi firme voluntad —espero que compartida por la inmensa mayoría de ustedes— de seguir participando en su consolidación.
La política europea es un ámbito donde de nuevo quiero proponer un amplio acuerdo para consensuar la actuación del Gobierno de España durante la próxima legislatura.
Europa hoy se encuentra frente a varios desafíos capitales.
– El primero, sin duda, es superar la crisis surgida de la decisión británica de abandonar la Unión.
– En segundo lugar, lograr un crecimiento económico que posibilite la creación de empleo.
– También la necesidad de alcanzar una política migratoria común, sostenible y solidaria.
– Y por último, fortalecer nuestra cooperación frente a aquellos que amenazan nuestras libertades, singularmente el terrorismo yihadista.
En todas estas cuestiones, España puede y debe aportar su rotunda vocación europeísta y sus experiencias de éxito. España, insisto, tiene mucho que aportar al futuro de la Unión y sería lamentable que por la ausencia de un Gobierno con un amplio respaldo, no pudiera ocupar en estas materias una posición de liderazgo.
Nuestra plena integración en Europa ha sido un factor de riqueza y prosperidad indiscutible. Les recuerdo que España es el cuarto país del mundo donde más ha crecido la renta per cápita en los últimos cuarenta años.
Europa ha contribuido decisivamente a mejorar nuestras infraestructuras, a elevar el nivel de renta de nuestros agricultores, a facilitar los intercambios educativos y culturales entre nuestros jóvenes, y tantas otras ventajas que no creo necesario enumerar porque son de sobra conocidas y valoradas por nuestros compatriotas.
Pero también España ha contribuido al diseño de la Unión Europea de nuestros días. España ha sido un socio activo, diligente y dispuesto siempre a ofrecer soluciones para mejorar el proyecto europeo. Fueron españolas numerosas propuestas que hoy son realidades europeas plenamente asumidas.
Me refiero, por ejemplo, al principio de cohesión económica y social, al concepto de ciudadanía europea, a la euroorden de busca y captura que tuve el honor de impulsar como Ministro de Interior durante la Presidencia Española de la Unión en 2002, o a los estatutos de las regiones ultraperiféricas, que queremos seguir desarrollando en colaboración con el gobierno canario.
Más recientemente también hemos contribuido con importantes aportaciones al diseño de la Unión Bancaria y a nuevos objetivos de integración, como el mercado común de la energía, de la economía digital, de los servicios o a los proyectos de unión económica, fiscal y política.
Pues bien, Señorías, con esa vocación, con esa experiencia y con el consenso de la gran mayoría de la sociedad española, debemos participar activamente en el proceso que ahora se abre para dar un nuevo impulso político a la Unión de los 27. Europa ha superado todas sus crisis con más integración y así debe ocurrir también en este caso.
La crisis del Brexit sólo se podrá superar con la sólida determinación de permanecer unidos y profundizar en la construcción europea. Debemos reconquistar el vigor del espíritu fundacional de la Unión Europea, que, pese a todos los contratiempos, es el mayor espacio de paz, libertad y prosperidad de toda la historia de la Humanidad.
Tenemos que responder a las expectativas de nuestros ciudadanos, que deben encontrar en la Unión la garantía de su seguridad, su prosperidad y su esperanza de un futuro mejor, sobre todo, en beneficio de los jóvenes.
Creo que este objetivo es ampliamente compartido por esta cámara y por ello me comprometo a hacer los esfuerzos necesarios para mantener y reforzar el consenso que siempre ha presidido la política europea, independientemente del signo político de los distintos gobiernos.
De la misma manera Señorías, no tengo ninguna duda de que la política exterior exige una necesaria visión de Estado, y un consenso sincero para desarrollarla.
Creo que no hace falta grandes esfuerzos para convenir los ejes de nuestra política exterior.
– nuestra histórica relación con Iberoamérica y el renovado vínculo trasatlántico con EEUU,
– la colaboración con la ribera sur del Mediterráneo, en particular con Marruecos, en asuntos tan cruciales como la seguridad o la gestión migratoria.
– y nuestro compromiso con el desarrollo democrático, económico y social en el continente africano, han centrado y seguirán centrando nuestra agenda internacional.
Ese acuerdo constante en política exterior también es esencial para afrontar una visión coordinada y consensuada de la política de defensa, como base para la protección de nuestros derechos, de nuestras libertades, y de los valores humanos y democráticos.
Les propongo seguir trabajando en una respuesta eficaz a los diferentes riesgos y amenazas de carácter transversal. Considero esencial, para ello, mantener un papel activo de España en la OTAN y mantener nuestros compromisos con la Política Común de Seguridad y Defensa de la Unión Europea, asumiendo las responsabilidades internacionales acordadas con nuestros socios y aliados para garantizar la seguridad y promover la paz y la estabilidad.
En ese ámbito, resulta esencial el agradecimiento -lleno de orgullo- a todos nuestros compatriotas desplegados en el exterior, por su labor a favor de la seguridad, la estabilidad y la paz.
El terrorismo es la principal amenaza contra los valores democráticos de respeto a los derechos humanos y las libertades esenciales que representamos las Naciones democráticas del mundo.
Yo les propongo continuar impulsando una estrategia integral y global contra el terrorismo, persiguiendo a los terroristas y sus colaboradores donde se encuentren, denunciando y persiguiendo cualquier acto de enaltecimiento u homenaje a los terroristas, e impidiendo con todos los medios posibles la propagación y difusión de su ideario, y la radicalización violenta.
Una estrategia global que nos implique a todos, como la recogida en el vigente Pacto contra el Terrorismo Yihadista.
Me comprometo a que este Pacto sea el canal de comunicación entre el Gobierno y el conjunto de las fuerzas políticas, y la vía de información de los acontecimientos y avances que se produzcan en este área. Que sea también el foro de reflexión sobre las futuras medidas que debamos adoptar y, sobre todo, el reflejo permanente de la unidad de los demócratas, en la defensa de la vida y la seguridad de los ciudadanos, como garantía del pleno desarrollo de los derechos y las libertades de los españoles.
El Pacto contra el Terrorismo Yihadista, y la referencia moral que significan las víctimas de cualquier atentado, su recuerdo, su dignidad y su testimonio, han de ser nuestra principal fortaleza para lograr el objetivo de preservar y mejorar nuestra defensa de la libertad y nuestro compromiso con la democracia.
Sra. Presidenta, Señorías,
Acabo de exponerles los ejes fundamentales del proyecto político para España que presento a esta investidura y que cuenta ya con un amplio apoyo parlamentario. Vuelvo a agradecer la lealtad y la colaboración de los partidos de Ciudadanos y de Coalición Canaria que han mostrado un compromiso con la gobernabilidad de España que quiero expresamente reconocer.
Sin embargo, este proyecto no estaría completo si no hiciera mención al reto más grave que tiene planteado España en estos momentos.
Señorías, como todo el mundo sabe, España sufre una amenaza explícita contra su unidad territorial, contra la igualdad de los españoles y contra su convivencia. Por eso Partido Popular y Ciudadanos hemos incorporado a nuestro acuerdo el impulso de un Pacto por la Unidad de España y en defensa de la Constitución.
El desafío que, paradójica y abusivamente, se plantea desde las instituciones autonómicas de Cataluña, de ninguna manera se puede atribuir a los catalanes en su conjunto.
Afortunadamente, Cataluña es una comunidad muy heterogénea y plural, muy plural. Basta recordar el resultado que allí se ha producido en las últimas elecciones legislativas del 26 de junio. Una vez más, hemos constatado una verdad conocida: que Cataluña es mucho más que los políticos independentistas y que éstos no podrían llevar a cabo sus objetivos sin provocar una enorme fractura de la sociedad catalana.
No se me malinterprete. No digo que rechazamos la independencia porque la reclamen pocos. Digo que su pretexto, su excusa más fuerte, esa supuesta ansia popular insatisfecha y desatendida, carece de fundamento.
Tampoco es cierto, como pretenden argumentar algunos, que la autonomía de las regiones españolas implique una cuota de soberanía que permita a cada una de ellas decidir unilateralmente asuntos que afectan también al resto de los españoles. En esto no cabe ambigüedad. En términos políticos y constitucionales, el único pueblo soberano en España es el español. Y nada puede menoscabar ese fundamento sobre el que se basa todo nuestro sistema democrático. El pueblo español en su conjunto, es el único soberano.
Por eso, cualquiera de sus Señorías, como diputado, representa tanto a los españoles de Cádiz como a los de Valencia. Se nos elige para representar a la soberanía completa.
Esto que digo no lo hemos inventado esta tarde. Es así, desde el día de san José de 1812, hace doscientos años, cuando, por primera vez en España, el mando supremo, el poder de legislar, es decir, la soberanía, que hasta entonces correspondía exclusivamente al monarca, fue asumida por los españoles, que dejaron de ser súbditos y se convirtieron en ciudadanos.
Todas las constituciones españolas, incluida la actual de 1978, no han hecho más que ratificar este principio democrático.
Pues bien, Señorías, lo que algunos están planteando no es un mero debate sobre el modelo de Estado, ni sobre su articulación territorial. Para todo eso existen cauces y escenarios.
Lo que aquí se nos plantea es la liquidación de la soberanía nacional y del respeto a la Ley, que es la expresión democrática de esa voluntad soberana. Estamos hablando, por tanto, de los derechos de los españoles y el primero de todos ellos, señorías, es la capacidad de decidir sobre su propia Nación.
Nadie puede privar al conjunto del pueblo español de su derecho a decidir sobre su futuro. Ni el Gobierno, ni esta Cámara, ni ningún otro poder del Estado pueden hacerlo.
En suma, Señorías, nuestra primera obligación– la del gobierno y la de estas Cortes Generales-, es preservar la soberanía nacional y, con ella, la unidad de España, la igualdad de los españoles y sus derechos fundamentales.
No le corresponde al Gobierno interpretar la unidad, sino defenderla tal y como la entienden los españoles y la Constitución.
Estamos hablando de la unidad, Señorías, no de cualquier cosa. En toda nación, la unidad es el primero de sus valores por ser el fundamento de los demás. En España también.
Porque no nos hemos inventado la unidad en esta legislatura. Los españoles llevamos formando parte de la misma nación, la más antigua de Europa, desde hace siglos, en los que hemos compartido nuestra historia y nuestra cultura, nuestros éxitos y nuestros fracasos, mezclando nuestras sangres y nuestros destinos.
La unidad es, por tanto, nuestro mejor patrimonio histórico, pero también la base más sólida, más segura sobre la que proyectar nuestro futuro.
La unidad es la casa que habitamos, es nuestra fuerza, la que nos permite forjar proyectos y realizarlos, la que nos abre paso en el mundo y el marco que alberga nuestra igualdad.
Pero, además, Señorías, Unidad es lo que nos exige el respeto a la voluntad que los españoles plasmaron en la Constitución. Y, mientras esa voluntad no cambie, así debe continuar.
Y creo, Señorías, que ni queremos ni nos conviene cambiarla. Porque juntos estamos mejor. Porque la unidad garantiza, además, la igualdad y la solidaridad entre españoles.
Con esa firme convicción he actuado en todo momento y por ello también, como Presidente del Gobierno, he hecho todo lo que estaba en mi mano para que ningún catalán se pudiera sentir desprotegido, preterido u olvidado por el Gobierno de España. Nos hemos centrado en atender las necesidades reales de los catalanes; porque es nuestra obligación y porque nos importan; porque el Presidente del Gobierno de España lo es también de los siete millones de españoles que viven en Cataluña.
Durante la última legislatura, mi Gobierno ha mantenido una total disposición al diálogo y a la cooperación con la Generalitat. Son muchos los ámbitos en los que hemos trabajado juntos y son muchos los beneficios que se han generado y muchos los perjuicios que dicha colaboración ha evitado a los ciudadanos.
Le recuerdo que, entre otras cosas, hemos evitado el “default” de la deuda pública de la Generalitat, hemos garantizado el cobro de sus proveedores e incluso el de sus funcionarios. Hoy el Gobierno de España sigue facilitando mecanismos de liquidez financiera muy ventajosos para la administración autonómica.
Cataluña siempre ha sido tierra de acogida, fértil y cálida; una tierra que muchos españoles nacidos fuera de allí, han convertido en su casa porque en ella han encontrado oportunidades para una vida mejor, para criar a sus hijos, para crecer y prosperar. Así queremos que siga siendo, porque esa capacidad de acogida y esa diversidad conforman una de sus señas de identidad y nutren su enorme potencial demostrado a lo largo de los años.
Siempre he estado dispuesto a trabajar con los catalanes desde el convencimiento de que España acoge su diversidad como un factor de riqueza del que todos nos beneficiamos: su lengua, su cultura, su espíritu emprendedor.
Siempre he estado dispuesto, también, a buscar fórmulas que acomoden mejor la necesaria solidaridad interregional. Una unión más justa y más equilibrada es, sin duda, una unión más sólida y más duradera. Pero insisto, el primer requisito para cualquier solución justa es el respeto a la legalidad y a los derechos de todos los españoles.
Señorías, ésta es la España unida, próspera y solidaria que quiero y para la que solicito el voto de investidura de la Cámara.
El caso es que, como todo el mundo sabe, yo sólo no puedo dar a los españoles lo que yo creo que necesitan.
Los electores han dispuesto que el Partido Popular gane las elecciones, pero no le han otorgado los votos suficientes para formar un gobierno en solitario.
Como es sabido, acudo a esta investidura después de haber dialogado con todos los grupos que se reúnen en esta Cámara. He conocido la opinión de todos ellos, del mismo modo que todos ellos conocen la mía.
He ofrecido un proyecto abierto, al que me parece que merece la pena sumarse y que podemos enriquecer mediante el acuerdo.
Un proyecto en el que caben todos los que defiendan los principios que recoge la Constitución.
Los resultados son conocidos. Acudo hoy – además de con el apoyo de UPN, PAR y Foro Asturias- con el respaldo del grupo parlamentario de Ciudadanos y el de la representante de Coalición Canaria. A ambos les vuelvo a agradecer su gesto responsable, no sólo por facilitar la conformación de una amplia mayoría, sino por haber establecido acuerdos en los que se basa el programa de gobierno que acabo de exponerles.
Es evidente que no basta con estos acuerdos para completar una mayoría suficiente. Esto equivale a decir que el futuro inmediato de España está pendiente de lo que se decida en este debate.
Lo cual significa que, si para formar gobierno se precisa la aprobación, como mínimo, de una mayoría simple en segunda convocatoria y de mayoría absoluta en la primera, estamos ante una responsabilidad compartida, ineludiblemente compartida, ante la que nadie debiera mostrarse indiferente.
Salvo que en este debate alguien exprese lo contrario, debo suponer que todos deseamos que España evite unas nuevas elecciones. ¿O es que alguien aquí está pensando en convocar nuevamente a los españoles a las urnas? ¿Y cuántas veces estaría dispuesto a hacerlo?
Debo creer, salvo que me corrijan, que estamos de acuerdo en que los españoles esperan hoy que respondamos, no desde nuestros valores partidarios y discrepantes, sino desde aquellos que todos compartimos con la mayoría de los ciudadanos, nos voten o no nos voten.
Si todo esto es así, señorías, y yo creo firmemente que es así, todos los grupos aquí representados somos corresponsables: compartimos la obligación de velar por el futuro de todos los españoles; una responsabilidad solidaria que no podemos eludir gratuitamente nunca, y menos aún, cuando no es posible buscar una salida individual a los conflictos.
Esto es algo que nada tiene que ver con el papel que cada uno desempeñe a lo largo de la futura legislatura, sea en el gobierno o en la oposición. Obviamente debe haber una oposición, porque alguien debe controlar al gobierno, pero eso pasa porque haya gobierno. Como éste no vendrá solo, es evidente que, o colaboramos para crearlo, o no podrá haber ni gobierno ni oposición.
España, Señorías, ha conocido muchas encrucijadas en su historia. Ésta es una de las más graves que hemos vivido en los últimos cuarenta años. Lo es por los retos a que nos enfrentamos, por la gravedad y la urgencia de muchos de ellos, porque está en juego la recuperación económica y porque jamás en nuestra historia, ni en la de Europa, se han tenido que repetir unas elecciones por falta de acuerdos.
Señorías, estamos en una situación excepcional y lo importante es que sepamos afrontarla con esa responsabilidad y ese interés por el servicio a los españoles del que todos los presentes hacemos gala.
Apelo de manera especial a los grupos que defienden los valores que la Constitución proclama. Me refiero a la unidad, la soberanía y la igualdad de los españoles, el respeto riguroso por los principios de la democracia, la defensa de la legalidad…, en una palabra, aquellos valores que forman la urdimbre del consenso básico de la sociedad española, sobre los que se teje nuestra convivencia desde 1978.
Porque esos acuerdos básicos pesan más, importan más y obligan más que las incontables diferencias que pudiéramos todos exhibir en este momento.
No son las diferencias las que hoy cuentan, sino las concordancias. Ya llegará la hora de las diferencias, una vez que hayamos creado las condiciones para que puedan exponerse.
Señorías, insisto, vivimos una situación excepcional, tenemos que actuar en consecuencia. Y esta responsabilidad compromete especialmente a quienes desde el gobierno de España hemos contribuido, con planteamientos distintos, a engrandecer nuestro país.
Lo que España entera quiere es que seamos capaces de articular el gobierno que la magnitud de los problemas reclama. Si no lo hacemos, dado que podemos hacerlo y dado que no existe alternativa viable, será exclusivamente porque nos falte la voluntad.
Lo que las circunstancias reclaman en este momento es que nos pongamos todos al servicio del consenso, que es tanto como decir al servicio de los españoles.
Escucharé con mucho gusto la opinión de sus Señorías, su disposición para resolver un problema que nos afecta a todos.
Espero que, al final del debate, demostremos que hemos sido capaces de anteponer el interés de todos al interés particular y, en consecuencia, pueda salir de aquí el gobierno que los españoles están esperando.
Ustedes, como representantes de la soberanía nacional, tienen la respuesta.
Nada más, señora presidenta y muchas gracias.»
«Gracias, presidenta. Señorías, buenos días. Señor candidato, Seré claro y directo». Así ha empezado Pedro Sánchez su discurso durante el debate de la sesión de investidura.
El grupo parlamentario socialista votará en contra de su candidatura a la presidencia del Gobierno. Y lo vamos a hacer con total y absoluto convencimiento, por coherencia con nuestro ideario político, por el compromiso adquirido con nuestros votantes y por el bien de nuestro país. Porque España necesita con urgencia un Gobierno; no un mal Gobierno.
España necesita con urgencia un Gobierno que haga posible una recuperación económica que sea justa, y acabe con el mal Gobierno de los continuados incumplimientos presupuestarios y en el agotamiento de los recursos acumulados durante años de esfuerzo por todos los españoles.
España necesita un Gobierno que recupere el derecho a un trabajo digno y acabe con el mal Gobierno que ha promulgado una reforma laboral, que ha condenado el presente y el futuro de millones de españoles.
España necesita un Gobierno que devuelva a la sanidad pública, a la educación, a las pensiones, a la dependencia el indispensable compromiso público que su mal Gobierno ha despreciado durante estos años.
España necesita un Gobierno que persiga, castigue e impida la extendida corrupción política instaurada en torno suyo, señor candidato, y que su mal Gobierno con evidente alevosía ha amparado y protegido durante años.
España necesita un Gobierno que resuelva la crisis territorial que sufrimos, un Gobierno que crea en las instituciones públicas, que les dote de los medios necesarios para desarrollar sus funciones y les garantice la necesaria independencia que su mal Gobierno ha eliminado como práctica cotidiana.
En definitiva, señorías, España necesita un Gobierno que recupere los derechos y libertades cercenados por el mal Gobierno que ha impuesto durante estos últimos años un recorte y una amputación de derechos y libertades.
España necesita un Gobierno, sí, por eso votaremos en contra a la continuidad de su mal Gobierno, señor candidato.
Señorías,
Ocho meses después, el señor Rajoy ha cumplido con su responsabilidad de exponer su programa político y solicitar la confianza de la Cámara. Ocho meses durante los cuales el señor Rajoy, el hoy candidato, ha mantenido un comportamiento a nuestro juicio irresponsable para con la democracia y sus instituciones.
– Primero, negándose a presentar su candidatura a la investidura durante la pasada legislatura.
– Segundo, sembrando dudas sobre si acudiría o no al Parlamento, tras haber dicho sí a la propuesta del Jefe del Estado.
– Tercero, ocho meses después, subiendo a la Tribuna del Congreso sin los apoyos suficientes para ser investido, convirtiendo en consecuencia este debate en la “crónica de una derrota anunciada”.
Miren, para conseguir la presidencia de esta Cámara, el Grupo Parlamentario Popular no tuvo problema en alcanzar un acuerdo con otras fuerzas parlamentarias de este Congreso. Sin embargo, ni siquiera ha intentado repetir ese pacto para mantener su continuidad como presidente del Gobierno. Porque ese es su único interés real, señor Rajoy, tratar de mantenerse usted, como sea, en la presidencia del Gobierno. Y para esa pretensión, lo cierto, lo real, lo serio, es que usted no cuenta usted con el apoyo suficiente.
Permítame decírselo con sus propias palabras: “El señor candidato, en lugar de intentar articular una mayoría suficiente, ha preferido no hacerlo por razones que nada tienen que ver con el Gobierno de España o con los intereses de los españoles, sino exclusivamente con los planes particulares del señor candidato”. Son sus palabras, aunque le parezca insólito, señor candidato.
Y siguiendo con sus propias palabras, señor candidato: “Ha venido usted, sin que nadie le hiciera sombra, a presentar una candidatura para formar Gobierno cuando, en realidad, no ha movido un dedo para formarlo. A lo mejor usted pretende que alguien se lo regale hoy”.
Estos, señorías, son los propios argumentos del señor candidato, del señor Rajoy. Todavía no he empezado con los nuestros. Si usted fuera coherente con sus palabras y con sus actuaciones, debería ser el primero en votar en contra de su candidatura, señor Rajoy.
Pero tal y como cree el señor candidato, el problema en España es de quien interpreta la política como una farsa y, según sus propias palabras, hoy perfectamente trasladables a este debate, la “farsa no sería genuina si faltaran en ella buenos y malos. En efecto, lo que pretende hacernos creer el señor candidato es que, si hoy España no tiene gobierno, si no se completa esa mayoría, si él no es elegido presidente, será por culpa de todos los demás, que somos los malos”.
El señor candidato trae bajo el brazo un acuerdo con otra fuerza parlamentaria, insuficiente para sacar adelante su candidatura. Un acuerdo del que, supongo, usted estará avergonzado. Le recuerdo cómo calificó el pacto que se presentó en esta Cámara hace unos meses. Decía usted, señor Rajoy, que aquel acuerdo no era más que “una representación teatral y altisonante. Me refiero a la solemnísima firma de un acuerdo de limitada relevancia -continuaba usted diciendo- que nos hacía pensar que estábamos ante una página histórica de dimensiones solo comparables al Pacto de los Toros de Guisando”.
Y, en cuarto lugar, irresponsabilidad, señorías; irresponsabilidad, sí, por parte del señor candidato al fijar este debate en una fecha tal que una eventual repetición electoral se produciría el 25 de diciembre. Señor Rajoy, usted cae usted en el maniqueísmo de o usted o el caos. Por fortuna para la política española, hay vida más allá del señor Rajoy. Con todo, y en todo caso, es este un chantaje en toda regla que ha contado con la complicidad de la presidenta del Congreso incumpliendo con su deber de defender la independencia del poder legislativo, incluso, de las tropelías del señor Rajoy. Señora Pastor, señora presidenta, aceptando la malintencionada fecha impuesta por el señor candidato, usted ha dejado al Congreso por los suelos.
Aunque, señorías, a estas alturas, no sé de qué nos sorprendemos. Apropiarse de las instituciones públicas para sus fines particulares, es la forma de hacer política del señor Rajoy. Recordemos:
– Primero, un Gobierno en funciones que niega el control del Parlamento.
– Segundo, un presidente que durante cuatro años ha gobernado a golpe de Decreto Ley, en 76 ocasiones, una media de 1 cada 19 días, y 100 solicitudes de comparecencia ante las Cámaras rechazadas.
– Tercero, la politización del Poder Judicial, la instrumentalización del Tribunal Constitucional, la manipulación de la Agencia Tributaria… O de la propia Radio Televisión Española promoviendo a golpe de talón a periodistas afines al Gobierno mientras se despide a los trabajadores de la casa.
– Cuarto, un ministro del Interior que ocupa su tiempo entre reunirse a escondidas con investigados como Rodrigo Rato y perseguir a adversarios políticos, usando todos los resortes del Estado. Cosa que según el propio ministro, y esto no lo digo yo, lo dice el propio ministro porque lo he escuchado en las grabaciones famosas que se conocen por parte de algunos medios de comunicación, usted, señor candidato, sabía. ¿No será esa la razón de la injustificada permanencia del ministro del interior en funciones?
– Como usted también sabía, señor Rajoy, que su ex tesorero, Luis Bárcenas, tenía más de 40 millones de euros en Suiza y eso no fue impedimento para enviarle un mensaje de apoyo, señor candidato.
Dice usted que le preocupa la imagen que dé España fuera de nuestras fronteras, que le preocupa a usted la imagen que dé España en Europa. Estoy de acuerdo. Le recuerdo que, en alemán, Correa se dice Gürtel. Quizá porque ante un caso así, en Alemania hubiera habido dimisiones. No en su Gobierno. Su negativa a asumir responsabilidades explica en buena medida la desconfianza que hacia usted se respira en esta Cámara.
Señorías,
El debate de investidura no es de convalidación mecánica del resultado electoral. Nuestra democracia se sustenta en un sistema parlamentario. Y el de investidura es un debate sobre la confianza que genera el candidato ante los 350 diputados y diputadas aquí presentes. Les recuerdo lo que dice el artículo 99 de la Constitución española: el candidato “solicitará la confianza de la Cámara”.
Y, señor Rajoy, su comportamiento reciente y lejano, su uso y abuso de las instituciones, sus mentiras de ayer y de hoy, su no asunción de responsabilidades políticas ante los graves casos de corrupción que le afectan, avalan nuestra absoluta desconfianza hacia usted, y por ello votaremos en contra de su candidatura.
Señorías, una investidura no puede sobreseer la corrupción política, otorgando una suerte de injustificable perdón respecto a la misma. Si asumiéramos lo contrario, bajo cualquier pretexto o pretendida responsabilidad, estaríamos dañando seriamente la democracia y nuestro Estado de Derecho, que es el patrimonio de todos los españoles y las españolas.
Y nuestro “no” contiene muchos “síes”, señorías. El sí a un país libre de la correa de la corrupción, el sí a jueces y fiscales independientes con recursos para luchar contra la corrupción, el sí a que corruptor y corrompido entren en prisión y devuelvan lo robado, el sí a medios de comunicación públicos independientes, sí a convertir el Parlamento en el centro de la vida pública, sí a políticos con bolsillos de cristal, sin sobresueldos ni tampoco sueldos en sobres, sí a la ejemplaridad pública, sí al diálogo y sí a la reconciliación de los españoles con la política digna y con sus instituciones.
Señorías,
En estos días se hace uso y abuso del término responsabilidad. Vamos a hablar de responsabilidades.
Sobre la responsabilidad de mi grupo parlamentario. El Partido Socialista es la segunda fuerza política del país y, a la vez, la primera fuerza que representa a los ciudadanos que se oponen a cuatro años más de usted, señor Rajoy, al frente del Gobierno.
Tenemos una primera y principal obligación institucional. La de representar de forma constructiva y leal a millones de españoles que no desean que el señor Rajoy y el Partido Popular sigan gobernando este país.
Somos conscientes de lo que representamos. Trabajamos limpia y abiertamente para dar voz en el Parlamento a los millones de ciudadanos que nos votaron el pasado 26 de junio. El PSOE no ha realizado un solo acto, ni ha lanzado una sola iniciativa para pudiera obstaculizar el que el señor Rajoy lograra los apoyos para sacar adelante su investidura.
Hemos mantenido un escrupuloso respeto institucional: en el tiempo dado al candidato –cuando a quien les habla ustedes le dieron solamente un mes para poder forjar una alternativa-, en el formato del debate –que en el mes de febrero les parecía que era una tropelía y hoy en cambio les parece el método más adecuado- y también ante las reuniones mantenidas por el candidato con los distintos grupos parlamentarios. Con todos. Hemos mantenido un respeto escrupuloso.
Ahora bien, lo que nadie puede pedirnos es que apoyemos aquello que aspiramos a cambiar, que reforcemos aquello a lo que nos enfrentamos, que utilicemos la fuerza que millones de ciudadanos nos han dado para ir en contra de lo que creen.
Nosotros, señorías, señor Rajoy, nunca pedimos su voto en la investidura a la que yo me presenté en el mes de marzo, ni criticamos su voto contrario en la pasada legislatura. Entendimos su desconfianza, a fin de cuentas nuestro programa, como bien usted dijo en el debate, era una enmienda a la totalidad de sus políticas. Por ello, no puede contar con la confianza de los socialistas.
Pero ahora hablemos señorías, señor Rajoy, sobre su responsabilidad, de la responsabilidad del candidato.
Me permitirán que haga esta pequeña reflexión. A lo largo de la historia de nuestra democracia la primera fuerza política en votos y escaños siempre ha sido capaz de lograr los apoyos necesarios para poder formar Gobierno. La mayoría de gobiernos a lo largo de nuestra historia, señorías, han sido gobiernos en minoría. Gobiernos ya fueran de izquierdas o de derechas que han necesitado el apoyo de otras fuerzas parlamentarias.
La novedad, no desde el 26 de junio, sino desde el 20 de diciembre, es que por primera vez en la historia de nuestra democracia, el candidato de la primera fuerza política es incapaz de lograr los apoyos que le permitan ganar la investidura y garantizar la gobernabilidad del país. Y esa incapacidad, señor Rajoy, es en exclusiva, suya. Y nadie más es responsable de ello.
Señorías,
En España han pasado muchas cosas durante estos últimos cuatro años para no olvidarlas, para no pensar que no hubieran sucedido. No es defendible que un presidente de Gobierno que ha aplicado políticas antisociales y que al mismo tiempo es presidente de un partido, el primer partido político en la historia de nuestra democracia imputado por corrupción, pueda ser el orientador de la regeneración democrática que nuestro sistema político e institucional necesita. Y mucho menos la persona que quebró el Pacto de Toledo, que impuso una contrarreforma educativa, quien encabece un Gobierno que reconstruya esos acuerdos. Sencillamente, señor Rajoy, usted no tiene ninguna credibilidad. Y de eso estamos hablando en el debate de investidura.
Señor candidato,
No tiene credibilidad, no está en condiciones de hacer lo que proclama. Le recuerdo que no es un recién llegado. Lleva cuatro años gobernando, confundiendo mayoría absoluta con absolutismo.
Cuatro años donde usted ha generado más problemas de los que usted ha resuelto. Usted no ha demostrado ser un buen gestor del dinero público, por mucho que usted ayer nos lanzara esas proclamas: ni ha sido eficaz ni tampoco solidario con los ciudadanos.
– Les recuerdo: ustedes han consumido el 85% del dinero de la hucha de las pensiones que había en 2011. El déficit de la Seguridad Social no ha bajado de los 10.000 millones de euros durante los cuatro años de gobierno, como consecuencia sobre todo de la caída en la recaudación provocada por su reforma laboral.
Y el único remedio que han encontrado es recortar las pensiones, congelándolas de por vida a nuestros mayores, y recortar las prestaciones por desempleo: sólo 5 de cada 10 parados cobra prestación cuando hace cuatro años eran 7 de cada 10, en una España – les recuerdo, señorías – con 2.600.000 parados de larga duración.
– La deuda pública se ha disparado en más de 300.000 millones de euros en cuatro años. Y usted va ayer y dice que no podemos gastar lo que no tenemos. Si con usted, por primera vez, señor Rajoy, en 100 años en nuestro país la deuda pública ha superado el 100% del PIB. Un aumento de 7.400 euros más al mes por cada ciudadano desde que usted es presidente.
– España sufre el mayor déficit público de toda la Unión Europea, solamente superado por Grecia. A España se le ha abierto un proceso sancionador, señor candidato, en Bruselas, no por ausencia de gobierno, sino por su mal gobierno. Es el resultado, y además en el mes de agosto del pasado año así lo planteamos desde el Grupo Parlamentario Socialista, en la anterior legislatura, es el resultado de haber convertido, también, los PGE en un instrumento electoral. Empezaron ustedes retrasando la aprobación de sus primeros Presupuestos, terminaron la legislatura en 2015 anticipando la aprobación de las cuentas públicas más cortas de la democracia, liquidadas en el mes de julio, como consecuencia de ver superadas con creces sus previsiones de déficit público. Ninguno de sus años de gobierno, señor Rajoy, ustedes han cumplido con sus predicciones de déficit público ni de deuda pública.
Lo único cierto de sus PGE son los recortes, las subidas masivas de impuestos, la devaluación salarial para ganar competitividad y que sean otros, en este caso las Comunidades y los ayuntamientos quienes paguen los incumplimientos presupuestarios del señor candidato.
En materia de impuestos, el sr. candidato vuelve a tratar de engañar a los españoles. En su acuerdo de investidura volvemos a encontrar las 3 típicas mentiras del PP: la de ayer, la de hoy y la de mañana.
– La mentira de ayer, ya la conocemos, la de quien se presentó hace cuatro años diciendo que no iba a subir los impuestos a los españoles, y acabó subiendo más de 50 tasas e impuestos.
– La mentira de hoy es que ustedes habrían bajado los impuestos en su legislatura de su mayoría absoluta: al contrario, subieron en más de 17.500 millones de euros los impuestos a las clases medias y trabajadoras, según datos de la Agencia tributaria, mientras aprobaba una amnistía fiscal a excompañeros del PP.
– Y la mentira de mañana es su promesa de nuevas bajadas de impuestos. Eso sí, señorías, lo que van a hacer es bajar los impuestos, subir el gasto social y además cuadrar las cuentas y cumplir con Bruselas. Miente y lo sabe, señor Rajoy. Su programa de Gobierno vuelve a encubrir nuevas subidas de impuestos que afectarían a los trabajadores autónomos, a las pymes, a la economía social y a los trabajadores que dice usted defender.
Señor Rajoy,
Usted no está en condiciones de hacer lo que proclama. La suma letal de corrupción, de mala gestión económica y desigualdad a la que su Gobierno ha arrastrado a España, no desaparece tras un proceso electoral, ni se sobresee en una investidura, sino que requiere de nuevas políticas y de nuevos actores. Los causantes de los problemas no pueden exigir ser los mismos que los resuelven con las mismas recetas. No podemos esperar de ellos un cambio de conducta, un cambio de políticas. Usted sólo es el continuador de su obra, una obra a la que, por cierto, le recuerdo a toda la cámara que los socialistas nos hemos opuesto los socialistas durante estos años.
La hemeroteca, la memoria, es su peor enemiga, señor candidato. ¿Qué confianza se puede tener en usted? A nuestro juicio, ninguna.
Hace cuatro años, el hoy señor candidato, en su discurso de investidura prometió no recortar ni la sanidad, ni la dependencia, ni las pensiones, ni la educación… ¿Se acuerdan? Pero su gestión se resume en una palabra: recortes. Recortes del Estado del Bienestar, recortes en derechos, recortes en libertades, recortes en democracia.
Recortes en las políticas de igualdad. Recortes en el presupuesto de lucha contra la violencia de género. Abandono de la ley de igualdad entre hombres y mujeres.
Recortes en cultura, con la subida del IVA cultural, sin una ley de mecenazgo (aunque ustedes vuelven a proponerla) pero sí una ley de propiedad intelectual que desampara la creación cultural. Recortes en Ciencia e innovación. Recortes en las políticas de agricultura, pesca y desarrollo rural.
Recortes en la protección ambiental. Con su ley de costas, su ley de evaluación ambiental, su ley de montes, su persecución a las energías limpias mientras aumenta la factura de la luz. Desprecian ustedes la pobreza energética, a la cual usted no hizo referencia en su discurso. Desprecio a la lucha contra el cambio climático, una ventana de oportunidad para construir un futuro sostenible, crear empleo, empresa y riqueza en nuestro país.
Recortes en infraestructuras, en la política de cooperación internacional de la que ya ni hablan. Recortes en las políticas de inmigración, integración del inmigrante y emigración.
Recortes en nuestro sistema educativo, que hoy cuenta con 34.000 profesores menos, con 130.000 alumnos más al año, lo que nos coloca a la cola de Europa y la imposición de una ley, la LOMCE, rechazada por todos dentro y fuera del Congreso, salvo por ustedes, y que se empeñan en seguir imponiendo con su Decreto de reválidas del pasado mes de julio.
Recortes en becas y subidas de las tasas universitarias.
Recortes en nuestro sistema nacional de dependencia, a la cual no mencionó en su intervención, dejando a 375.000 españoles con derecho a la prestación por dependencia en lista de espera, 170.000 personas, en su mayoría mujeres, fueron expulsadas de la Seguridad Social como cuidadoras no profesionales del sistema.
Recortes en Sanidad con la quiebra, en un solo día, de la universalidad de nuestro sistema de salud. Con un solo decreto, expulsaron a 870.000 ciudadanos de la cobertura sanitaria, introdujeron el copago farmacéutico a los pensionistas, subieron ese copago farmacéutico más que la pensión, recortaron a 90 días la tarjeta sanitaria a los jóvenes emigrantes, recortaron 7.000 millones de euros de la Sanidad Pública, y expulsaron a 30.000 profesionales del sistema.
Recortes y recortes, señorías, cuya consecuencia, en el mejor de los casos, es la desigualdad, y en el peor la pobreza. El 28% de los españoles vive en riesgo de pobreza o exclusión social. Más de 13 millones de españoles. Según UNICEF, dos millones y medio de niños son pobres.
Recortes en la seguridad de los ciudadanos. Recortes en derechos y en libertades. En el caso del aborto, las mujeres hicieron frente, en la legislatura de su mayoría absoluta, a la mayor agresión que se recuerda a su propia libertad. Y ganaron esa batalla contra el gobierno. Y lo seguirán haciendo contra su recurso ante el Tribunal Constitucional. Si cree en la libertad de las mujeres, retírelo, señor Rajoy.
Recortes como la ley mordaza, el abandono de la ley de memoria histórica, la incriminación penal de los huelguistas, la ley de enjuiciamiento criminal que ha abierto la puerta a mayor impunidad, recortes como la supresión de la sanción de los crímenes contra la comunidad internacional según los principios de la justicia universal…
Recortes que en la mayoría de los casos no se explican por la crisis, sino por la ideología conservadora de quien gobierna este país. Habla usted de moderación, de gobierno moderado, señor Rajoy, mire la LOMCE, la reforma laboral, el recorte de la justicia universal, la ley de Enjuiciamiento Criminal es todo menos moderado, señor Rajoy.
Durante cuatro años, el señor Rajoy solo ha tenido un compañero de viaje: su propio ideario político, el más conservador de Europa.
Por todo ello, no cuenta con nuestra confianza.
Nuestra propuesta es una enmienda a la totalidad de su programa de Gobierno. La nuestra es un SÍ a una nueva fiscalidad que garantice la suficiencia, la estabilidad y la progresividad del sistema, un sí a la fiscalidad verde y un no a la energía nuclear y el fracking, un sí a la lucha contra el fraude y un no a sus amnistías fiscales. Es un sí a la universalidad de la sanidad pública y un no a los copagos farmacéuticos, es un sí a la educación pública, gratuita, universal, laica y de calidad, y un no a la LOMCE. Es un sí a la viabilidad del sistema nacional de dependencia, y un no la supresión de la cotización para los cuidadores no profesionales. Es un sí al Pacto de Toledo y un no a los desahucios. Es un sí a la negociación colectiva y un no a la ley mordaza, un sí al acceso a la justicia para quienes menos tienen y un no a su ley de enjuiciamiento criminal.
España necesita un Gobierno, sí, un gobierno que sea limpio, social y que sea creíble. Y el suyo no lo es, ni lo sería.
Señorías,
En 2011, el señor Rajoy prometió en su discurso de investidura trabajar en la creación de empleo y por la estabilidad del empleo. Meses después, una vez ganadas las elecciones, recordarán ustedes que uno de los ministros de este Gobierno en funciones dijo textualmente en Bruselas –y cito- que iban a hacer una reforma laboral “extremadamente agresiva”. Y lo fue, bien que lo sufren los trabajadores:
– Debilitaron la negociación colectiva, dejando a 2 millones de trabajadores fuera de los convenios. Devaluaron los salarios de los empleados, que hoy cobran 20.000 millones de euros menos que hace cuatro años.
– Facilitaron los despidos, debilitaron la causalidad en los despidos, lo que ha precarizado el empleo.
– Permitieron la imposición unilateral de modificaciones contractuales por parte del empresario al trabajador, y los empleados saben a qué hora entran pero no cuando terminan la jornada laboral. Congelaron el SMI.
– El número de jornadas extraordinarias no pagadas alcanza las 3,5 millones de horas semanales. Muchos ciudadanos, sobre todo mujeres, son contratadas a tiempo parcial pero trabajan a jornada completa.
– La desigualdad salarial no solo es, y cada vez, por cierto, más grande, entre trabajadores y directivos, también la desigualdad es entre trabajadores y trabajadoras. Según los sindicatos las mujeres deberían trabajar 79 días más al año para cobrar el mismo sueldo que los hombres. Esa desigualdad es la consecuencia de que muchas mujeres que se retiran tengan una jubilación inferior a la de los hombres.
– Y se trabaja con menor protección. El número de muertes en accidente laboral ascendió a 629 personas, en 2015. No lo podemos permitir. Tenemos que poner remedio a esta situación.
La pregunta sería, ¿y todo este destrozo para qué? Si la tasa de paro se reduce es porque la población activa bajó en 565.000 personas, muchos de ellos desempleados, en su mayoría mujeres, son parados de larga duración que desisten de buscar empleo. Parados que necesitan una protección que usted les niega y una formación que su gobierno recorta, con el abandono de las políticas activas de empleo.
Su política laboral se resume en paro, en desprotección a los desempleados, en precariedad y en pobreza laboral del 14% de trabajadores que no llega a fin de mes.
Votaremos en contra de su candidatura, porque nos oponemos a la continuidad de su reforma laboral y de su política fiscal que es la verdadera propuesta que usted esconde en su acuerdo de investidura.
Y, señor candidato,
Votaremos en contra de su candidatura, porque en relación con el modelo de Estado, su actuación, lejos de atajar la crisis territorial ha contribuido a agudizarla. Lo ha hecho porque ha prolongado en el tiempo errores de fondo que usted protagonizó cuando era líder de la oposición, se ha negado a la cooperación con las instituciones catalanas, ha practicado políticas recentralizadoras que demuestran su concepción centralista y uniformizadora del Estado, y ha acreditado que ni entiende la diversidad de España, ni sabe cómo reflejarla en nuestro ordenamiento, ni está en condiciones de tratarla.
Revertir la dinámica de relaciones conflictivas entre los gobiernos catalán y central, derogar leyes, como la LOMCE, que plantea una injerencia en la política educativa y lingüística de la Generalitat, que por cierto ustedes refuerzan cuestionando el modelo de inmersión lingüística en su acuerdo de investidura, abordar sin demora un nuevo marco de financiación para todas las Comunidades y revisar la política inversora del Estado, son algunas de las cuestiones que quedan pendientes y que usted en los últimos cuatro años, señor Rajoy, ha despreciado.
Su permanente rechazo a atender la reclamación creciente desde todos los ámbitos, ya no voy a decir solamente político también empresarial, social, académico para una reforma parcial de la Constitución que, además de actualizar nuestras normas de convivencia a la España del siglo XXI, culmine, por fin, la organización federal de nuestra convivencia, es la mejor demostración de que usted, señor Rajoy, no está capacitado para liderar España durante los próximos cuatro años.
Señor candidato,
Su Gobierno tiene para España una política exterior que parece la de un satélite o la de un cliente que asume la que otras potencias deciden conforme a sus intereses particulares.
Su Gobierno nada propone para ayudar a estabilizar los conflictos en Oriente Próximo y el Norte de África. Nada para continuar siendo protagonista en Latinoamérica. Nada, salvo el seguidismo a las posiciones conservadoras, para construir una Europa federal, una Unión que evite las tentaciones del Brexit cuando no las posibles repeticiones, sin limitar la capacidad democrática lógicamente de los pueblos que la forman. Una Unión que exige contar con el compromiso solidario para acoger y resolver el drama de los refugiados que usted, señor candidato, ha desoído en los últimos cuatro años. Políticas económicas, políticas financieras, políticas monetarias y políticas sociales que la Unión Europea debe revisar si queremos construir una Europa de oportunidades para todos y evitar el alejamiento de la integración.
Y, señor Rajoy,
Ni en su programa de Gobierno, ni en el acuerdo de investidura que presenta hay propósito de enmienda alguna. Hay más de lo mismo, atenuado, maquillado, disimulado, y desde luego forzado por las circunstancias. Una semana para estudiar seis condiciones duras de lucha contra la corrupción, otra para firmar un centenar de puntos, y todo ello para prometer cuatro años de continuismo.
Pretenden ahora explicarnos que no tenemos más remedio que apoyar su Gobierno, puesto que el programa que nos proponen es un acuerdo básicamente idéntico al que alcanzamos con Ciudadanos hace unos meses.
Miren, el pacto que el PSOE suscribió con Ciudadanos y para el que pedimos el apoyo del conjunto de la Cámara solo tenía una dirección: el cambio de Gobierno, el cambio de políticas y el cambio de quien preside ese Gobierno. El pacto suscrito por el PP y Ciudadanos tiene un sentido contrario: que es preservar al señor Rajoy como presidente del Gobierno y perseverar con sus políticas. Hay poco más que hablar. Nosotros defendemos cambiar al señor Rajoy y estamos en contra de su continuidad. Así de sencillo. Por eso vamos a votar en contra de su candidatura.
Usted no quiere derogar las leyes estrella aprobadas unilateralmente durante su mandato. Leyes que no han hecho otra cosa que traer desigualdad, precariedad, paro encubierto, pérdida de derechos y libertades, grandes recortes en nuestro Estado del Bienestar, la fractura territorial. Es decir, usted lo único que ofrece, promete o propone a esta cámara es continuismo.
Tras la lectura del acuerdo, queda claro que para el señor Rajoy el cambio es que todos cambien, menos él. Como es evidente que con sus votos no puede mantener de ninguna manera la posición de la que ha disfrutado estos años, ha decidido que solo hay una alternativa: que sean los votos de quienes abiertamente nos hemos enfrentado a él, los que sostengamos ahora esas políticas y también a usted como presidente de gobierno. Mire, no cuente usted con los socialistas. Usted no sólo tiene un problema de aritmética parlamentaria, tiene un problema de aritmética parlamentaria derivado del problema de sus políticas y de su credibilidad.
Señor Rajoy,
Desde las elecciones, usted y su partido han dedicado buena parte de sus intervenciones públicas, al Partido Socialista y a mi persona. Ni mi Partido ni yo somos el objeto de este debate, sino lo que dice la Constitución, lo recuerdo: el candidato, su programa y el otorgamiento o no de confianza de la mayoría del Congreso.
Pero desde que perdiera su mayoría absoluta hace ya ocho meses, ha insistido usted, primero, en la formación de una gran coalición entre su partido y el mío y, más tarde, en que los socialistas nos teníamos que abstener ante sus políticas para dejarle gobernar. Lo ha hecho a pesar de nuestras públicas y reiteradas negativas.
Ha llegado usted a decir “necesito a Ciudadanos para la investidura y al PSOE para poder gobernar”.
En tan sencilla fórmula, lo que usted está planteando va más allá del rodillo de la mayoría absoluta de hace 4 años. Lo que usted está queriendo decir a los españoles y a esta Cámara es que quiere es gobernar sin oposición.
Si la legislatura en la que gobernó con mayoría absoluta fue la legislatura del absolutismo, ésta, en el caso de que cediéramos a sus presiones, sería la legislatura del chantaje.
Si por una supuesta mal entendida responsabilidad de Estado tuviéramos que apoyar su candidatura a la presidencia, esa sería la misma razón por la que más tarde tendríamos que aprobar los PGE.
Por la que tendríamos también que mantener una legislación laboral desaprensiva. Por esa misma razón, tendríamos que aceptar sus recortes sociales. Siempre por el bien de España. Claro está: el bien de España entendido conforme a sus criterios.
Señor Rajoy,
Podemos y lo hemos demostrado a lo largo de nuestra historia, entendernos en determinados asuntos, lo hemos hecho en materia antiterrorista; pero en lo referido a derechos, libertades, igualdad, progreso, reformas y regeneración el programa de los socialistas es una enmienda a la totalidad de su programa de gobierno.
Por eso, la respuesta del grupo parlamentario socialista a su candidatura es un no. Un no rotundo, señor Rajoy.
El PSOE y su grupo parlamentario son coherentes con su historia, con su memoria, con su programa, con la palabra dada a los españoles. El PSOE nació para construir una alternativa al sistema económico dominante y sus secuelas de explotación, exclusión social, pobreza y dominación. La libertad, la democracia, la igualdad, la solidaridad y la paz, son valores y principios irrenunciables en el mundo de hoy. Y los socialistas no vamos a claudicar en su defensa.
Señor Rajoy, no solo no podemos secundar su chantaje, sino que lo denunciamos. Lo que usted ha pretendido con la demora de su decisión, es trasladar a los ciudadanos la falsa idea de que o usted gobierna o los españoles estamos condenados a ir a votar el día de Navidad.
Ese planteamiento solo provoca rechazo, desafección en la política y abundan en los motivos para plantear que su no continuidad al frente del Gobierno de España sea una necesidad para la regeneración, ética, política e institucional de nuestro país.
Un Gobierno presidido por usted, lejos de ser un Gobierno de la estabilidad democrática, lo sería de la frustración con el cambio de las políticas que en nuestro país y en Europa, son necesarias ante los graves desafíos que afrontamos.
Señor Rajoy, somos la alternativa a su Gobierno porque tenemos alternativas a sus políticas. Tenemos un programa político diferente al suyo. Y no estamos dispuestos a colaborar con las políticas por usted practicadas
Los socialistas decimos sí a otra forma de hacer política, a otra forma de entender las instituciones y dirigirlas, a otra forma de crear y distribuir la riqueza de la nación, a otra forma distinta de entender España, de construir Europa, y de estar presentes como país en el mundo.
Señorías,
Algunos piden el voto por patriotismo, otros incluso aseguran estar dispuestos a perder toda su credibilidad por la patria. No caigan en ese error, recuerden las palabras de Azaña: “Ningún problema político tiene escrita su solución en el código del patriotismo… Nadie tiene el derecho de monopolizar el patriotismo, nadie tiene el derecho, en una polémica, de decir que su solución es la mejor porque es la más patriótica; se necesita que, además de ser patriótica, sea acertada”. Y su propuesta señor, candidato, no lo es.
El señor candidato pide comprensión e incluso apoyos sin ningún aval de gestión, ni propuestas que merezcan ese aval.
Usted solo sería merecedor de comprensión si deshiciera todas sus políticas más perniciosas y que más daño han hecho a los españoles en los últimos cuatro años: la reforma laboral, la amnistía fiscal, la ley mordaza, la LOMCE, la ley de enjuiciamiento criminal dirigida a amparar la impunidad, y muchas otras más. Y eso ni puede hacerlo, ni quiere hacerlo, ni aquellos a cuyos intereses sirve se lo permitirían.
Así que, reiteramos la conclusión: lo que España realmente necesita no son cuatro años más de Mariano Rajoy al frente del Gobierno. Y colaborar a ello es uno de los actos de más responsabilidad que un político pueda hacer en nuestros días.
Muchas gracias
«Buenos días; bos días; egun on; bon dia».
«Señora Presidenta, señoras diputadas y señores diputados.Señor Mariano Rajoy: ayer subió usted a esta tribuna sabiendo que sus palabras no iban a mover un solo voto en esta cámara.
Hoy vamos a debatir aquí sabiendo que este debate no va a cambiar su suerte. No va a ser usted investido presidente, señor Rajoy, ni hoy ni el viernes.
Lo sabe usted, lo sabemos todos aquí y, sobre todo, lo sabe la gente.Cabe preguntarse entonces qué estamos haciendo aquí. Cuando preparaba anoche miréplica a su intervención me hacía esta pregunta, señor Rajoy, y me quedé con la sensación de que este tipo de eventos contribuyen a que la gente crea que la política es esto: los diputados en el Parlamento o, en todo caso, los pactos entre políticos que a veces se consiguen y a veces no.
En estos meses nosotros mismos hemos experimentado cómo esta institución aleja a sus miembros de los problemas de la calle. Pero —por suerte— la política no es solo esto, señor Mariano Rajoy.
Algunos de nosotros irrumpimos en la política española sin estar en esta Cámara y, quizá por eso, comprendemos que lo verdaderamente importante está ahí fuera.Lo importante son los millones de personas que tienen la impresión de que esto es un paripé.
Este debate no va a cambiar lo que vamos a votar las 350 personas que ocupamos estos escaños, pero puede que lo escuche la gente verdaderamente importante: la que está ahí fuera.
Un periodista al que aprecio mucho me transmitió hace algunos días un mensaje de un viejo amigo suyo que militó en el PSUC; un hombre honrado y con buena voluntad. Este hombre le decía a mi amigo periodista que si los de Unidos Podemos queríamos ganar en respetabilidad, deberíamos facilitar su investidura, señor Rajoy.
No se alboroce usted. No vamos a seguir la recomendación de este hombre, pero le confieso que me ha hecho reflexionar y quiero compartir mis reflexiones con usted.Algunos en la izquierda creyeron durante mucho tiempo que la respetabilidad en política se gana cuando los poderosos te reconocen.
Seguro que si hoy se lo pusiéramos fácil, señor Rajoy, los señores del IBEX 35 dejarían de considerarnos unos «peligrosos populistas» y darían la orden de que se nos tratara mejor.
Pero nosotros no somos así y creo que no miento si le digo que, desde que nacimos, hemos demostrado algo: a nosotros no se nos compra, ni cedemos ante las presiones o los insultos de los poderosos y sus asalariados.Nadie en España concibe la posibilidad de que nosotros vayamos a renunciar a nuestrosprincipios y a faltar a nuestra palabra para ponérselo fácil a usted. ¿Y sabe qué? Estoy orgulloso de que así sea.
Estaba claro que Ciudadanos cumpliría las órdenes que les dieron desde arriba y le apoyaría.
Estaba claro que Coalición Canaria sería también su bastón.
Hoy se especula respecto a lo que hará el PNV después del 25 de septiembre. Ayer el señor Esteban decía que estaba muy cabreado. Espero que su cabreo no fuera sobreactuación, porque no sería la primera vez que vemos al PNV votar una investidura del PP. Y quiero pensar que el cabreo era sincero, porque nada haría más daño a Euskadi y a los vascos que un gobierno del PP y C’s.
También se especula sobre lo que hará la nueva Convergència, que tuvo que pasar vergüenza en Cataluña por haberles apoyado con su «voto secreto» en la elección de la Mesa de está Cámara.
Y a partir del viernes, por supuesto, se recrudecerá el debate sobre si el Partido Socialista debe apoyarle, señor Rajoy.
Y, sin embargo, nadie duda en España de que nosotros con ustedes no vamos a ir ni a la vuelta de la esquina. Nadie duda de que nosotros siempre estaremos frente a ustedes, de que somos su antagonista. Me enorgullece que así sea, señor Rajoy.Nosotros no queremos, señor Rajoy, la «respetabilidad» que da el reconocimiento de lospoderosos. Al contrario: como dijo el fundador del Partido Socialista, merecer el odio de los que envenenan al pueblo es la mayor de las honras. Y nosotros tenemos la suerte de que los poderosos cada día nos honren.
La respetabilidad no la da la habilidad en el juego parlamentario, ni tragarse los sapos que imponen los ricos. La respetabilidad en política la da poder mirar a tu gente a la cara y decirles: yo estoy aquí por ti y para ti.
Nuestra gente es la gente corriente, la gente de los barrios y de los pueblos de este país de países. Nuestra gente se levanta temprano para ir a trabajar, para buscar trabajo, para sacar adelante su pequeño negocio. Nuestra gente son los y las jóvenes que han tenido que emigrar, nuestra gente son quienes sufren aquí el paro y la precariedad.Nuestra gente son las familias desahuciadas; los abuelos y las abuelas que estiran su pensión para ayudar a sus hijos y nietos.
Nuestra gente son las mujeres que tienen que sacar adelante solas a los suyos, o atender sin ayudas a un familiar dependiente.Nuestra gente son las maestras y los maestros; los profesionales de la sanidad; los ciudadanos de uniforme que muchas veces se ven obligados a trabajar sin chalecos antibalas; nuestra gente son los estudiantes sin becas.
Y esa es la gente a la que queremos mirar a la cara con orgullo. Y esa gente sabe, incluso si no nos vota, que nosotros no traicionamos nuestra palabra ni nuestros principios. Eso es la respetabilidad, señor Rajoy.
Por eso hoy quiero hablar para ellos y para ellas.
Usted sabe que vamos a votar en contra de su candidatura y sabe que nos va a tener enfrente siempre, pero hoy quiero recordarle por qué es así, señor Rajoy.
Ayer se atrevió usted a reivindicar la soberanía y el constitucionalismo.Usted, que representa a un partido fundado por ministros de una dictadura, cuya fundación de pensamiento se llamó durante años Cánovas del Castillo, una respetable figura que despreciaba el sufragio universal.
Usted, líder de la tradición conservadora que arranca en el «vivan las caenas», habló ayer de 1812.
Usted no es la Pepa ni es de ninguna Constitución. Usted es más de Carta otorgada: otorgada por Merkel.
Usted habló ayer de la soberanía, en el aniversario de la reforma constitucional del artículo 135 que pactaron ustedes con el PSOE sin consultar a los ciudadanos.Decía usted ayer que el derecho a decidir corresponde al pueblo español, cuando usted es responsable de haber entregado ese derecho a la señora Merkel y a los poderes financieros.
Que ustedes sigan gobernando será un desastre para la gente corriente.Con ustedes a los mandos del gobierno ha aumentado el número de ciudadanos en riesgo de pobreza, así como el número de hogares que no llega a fin de mes, y ya casi la mitad de las familias en España no puede permitirse ni una semana de vacaciones… Son datos del informe Foessa de este año, señor Rajoy.
Con ustedes a los mandos del gobierno ha habido recortes en santidad y en educación, se ha reducido el número de personas que trabaja, han empeorado las condiciones y los salarios para las que aún trabajan, y seguimos teniendo niveles de paro —en especial entre los jóvenes— escandalosos. Gracias a ustedes, señor Rajoy, encabezamos las estadísticas europeas en desigualdad.
Con ustedes, mientras la mayor parte de la gente veía empeorar sus condiciones de vida, peligrar su futuro o se asomaba al abismo de la pobreza, el número de millonarios aumentaba en España y los ejecutivos del IBEX veían crecer sus salarios.Según el BBVA, poco sospechoso de lo que ustedes llaman «populismo», desde que ustedes gobiernan tres millones de españoles se han caído de la clase media.
Ustedes recortaron las partidas destinadas a la prevención de la violencia machista y a lapromoción de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.Hablar de su gestión es hablar de corrupción. La corrupción está en los genes de su partido, señor Rajoy, desde que lo fundaron exministros vinculados al más corrupto de los regímenes que ha existido en nuestro país.
Usted es gallego y hasta a usted mismo le escandalizaron en su día ciertas prácticas de su partido en Galicia, donde hoy llevan de candidato al amigo de un narcotraficante.La corrupción no es exclusiva de su partido y no estoy pensando solo en tres por cientos y en los ERE. Que en España haya hoy decenas de exministros y expresidentes en Consejos de Administración de empresas del IBEX 35 es una forma de corrupción legal y un insulto a la democracia.
Pero lo de ustedes es especial: ustedes han naturalizado la corrupción como una forma de gobierno en la que mandan los que no se presentan a las elecciones.Por eso, que presuman hoy ustedes de un acuerdo con C’s que incluye medidas contra la corrupción es una burla indecente.
Se lo diré sencillamente: no les creo. Es mentira que ustedes vayan a combatir la corrupción porque ustedes son la corrupción, señor Rajoy.Señor Rajoy, usted sabe —como sé yo— que el acuerdo que ha firmado con C’s no va a ninguna parte, pero aun así lo hemos estudiado al detalle.En lo que se refiere a las medidas contra la corrupción, donde se supone que C’s les ha arrancado tantos compromisos, su acuerdo habla solo de la «separación inmediata de cualquier cargo público al que se haya imputado formalmente por delitos de corrupción política», pero no detalla cuáles son esos delitos.
El acuerdo se aplica solamente si el imputado ha robado o financiado ilegalmente a su partido.
Esto quiere decir que un procesado por malversación y prevaricación no necesita dimitir.Lo mismo que un imputado por defraudar a Hacienda.Con su acuerdo ni Chaves ni Griñán, ni Lucía Figar, ni Salvador Victoria, ni Jaume Matas, ni José Luis Baltar, ni Bárcenas habrían tenido que dimitir.En materia laboral, su acuerdo consolida y endurece lo peor de sus reformas laborales gracias a medidas como el nuevo contrato temporal, la mochila austriaca o el complemento salarial.
Se niegan a recuperar la negociación colectiva, siguen abaratando el despido y no recogen medidas para enfrentar las muertes en el tajo. Llevamos casi quinientos trabajadores muertos en los últimos doce meses.
En su acuerdo no se plantean cambiar el artículo 135 de la Constitución española, queprioriza el pago de la deuda; ni hay en él ningún cuestionamiento a la Ley de EstabilidadPresupuestaria. Ustedes y su filial naranja pretenden seguir aplicando una política económica cuya prioridad absoluta sea reducir el déficit público. Usted sabe que eso solo puede hacerse reduciendo también significativamente el peso del gasto en el PIB, haciendo inalcanzable el supuesto objetivo de recuperar el gasto por habitante en educación y sanidad.
El documento que han presentado renuncia a una reforma fiscal que mejore la progresividad y asegure los recursos suficientes para financiar los servicios públicos y revertir los recortes.
Respecto a las políticas sociales, las cifras que aparecen en el anexo «Dotación presupuestaria» ponen de manifiesto la escasa ambición del supuesto «plan de choque social». No se establece ningún compromiso sobre el Salario Mínimo Interprofesional, ni hay un plan de renta garantizada que permita luchar de verdad contra la pobreza. El complemento salarial se convierte en una subvención con fondos públicos de los salarios bajos pagados por los empresarios.
En lo que se refiere a la lucha contra la violencia machista, únicamente contemplan el aumento de rec ursos y partidas para los Juzgados de Violencia, de lo cual nos alegramos, pero no concretan las partidas presupuestarias. Predicar la igualdad suena muy bonito, pero lo que cuenta, lo que salva vidas, es financiarla. Estamos cansados de escuchar buenas intenciones que luego desaparecen en los presupuestos.Su documento habla de garantizar la universalidad de la cobertura del Sistema Nacional de Salud para todos los ciudadanos. No queda claro si supondría la inclusión de los trabajadores migrantes en situación irregular, lo cual resulta vergonzoso. Para que la universalización de la atención sanitaria sea una realidad, habría que derogar el real decreto de 2012 y evitar que la sanidad privada siga parasitando nuestro sistema público.
Con respecto a las pensiones, en su acuerdo no se revierten los aspectos lesivos de las reformas ya aprobadas. No solo han vaciado ustedes la hucha de las pensiones, además se niegan a garantizar el poder adquisitivo de los pensionistas.
La política territorial de su acuerdo apuesta por seguir la senda de irresponsabilidad que ha provocado fracturas sin precedentes en nuestro país. Bajo las rúbricas de «armonización y coordinación, y de garantizar la estabilidad presupuestaria y su control», se refuerza el ahogamiento del modelo autonómico y la recentralización.
La apuesta por el trilingüismo encubre una enmienda al modelo de inmersión lingüística en Cataluña, adoptado democráticamente y que ha tenido un enorme éxito integrador. Ustedes no entienden que el nuestro es un país plurinacional. La fraternidad entre los pueblos y las gentes de nuestro país se construye con mecanismos democráticos y no con imposiciones, señor Rajoy.
En lo relativo a una de sus propuestas estrella, la elección del CGPJ por parte de la propia judicatura, su acuerdo nos retrotrae treinta años, pues en 1980 se estableció sobre la falacia del poder judicial «apolítico», y el resultado fue el contrario: marcadamente conservador.
El Consejo General del Poder Judicial es un órgano de gobierno, no un órgano de representación.
Tiene que defender la independencia judicial, nombrar a los altos cargos judicialesy sancionar las faltas que cometan. Una función tan esencial no puede estar solo en manos de los jueces, ni tampoco en manos de los partidos tradicionales que pervirtieron el sistema para premiar a los jueces obedientes, dependientes, y para castigar a los jueces incómodos.
De los 150 puntos acordados por ustedes solamente 6 hablan de política exterior. No se menciona a América Latina, que curiosamente fue un tema tan recurrente en la campaña electoral.
Tampoco hablan ustedes de los refugiados por los que habitualmente lloran lágrimas decocodrilo sin cumplir sus compromisos. Solo mencionan a la Unión Europea y a la OTAN, y apuestan por una errática y torpe estrategia de lucha contra el terrorismo basada en el populismo punitivo y las intervenciones militares que se han demostrado ineficaces.Su política exterior se resume así: ningún cambio en Europa, más belicismo y nada de cooperación.
Por cierto, ustedes siempre han sido favorables al TTIP. Querría saber qué es lo que piensa usted hoy de este tratado, señor Rajoy, a la vista de lo que hemos escuchado en Alemania y en Francia.
El acuerdo que nos han presentado, señor candidato a la presidencia del Gobierno, no solo va a ser incapaz de hacerle a usted presidente, sino que además representa la voluntad de continuar —junto con su equipo filial— por la senda de la ineficacia económica, la injusticia social y la corrupción. Ayer sonaba usted al Aznar del «España va bien». El problema es que su idea de España deja fuera a la gente. Me indignó escucharle decir que hace falta un gobierno que tranquilice a los inversores y a los socios europeos. Lo que hace falta es un gobierno que dé la cara por su gente.Por eso le digo que vamos a votar en contra de su candidatura y le aseguro que nuestra posición se va a mantener. Es una cuestión de respetabilidad.
A nosotros no nos va a escribir editoriales el señor Cebrián para pedirnos que le apoyemos.
Las élites, esas mismas que le llegaron a presionar a usted para que se echase a un lado y favoreciera así una gran coalición, saben que nosotros no cedemos. Merecer el odio de esas élites significa para nosotros ser respetables, señor Rajoy.Señor Albert Rivera: ya se lo dije en un debate, usted no es ni de izquierdas ni de derechas, usted es de lo que haga falta y de lo que le ordenen desde arriba, porque usted no manda ni en su partido.
Le iba a decir que es la marioneta gatopardiana de las élites, pero creo que me entenderá mejor si le digo que es usted el chicle de MacGyver del régimen: vale usted para todo. Incluso en estos días ha llegado a reconocer que, por España, ha perdido la credibilidad. Casi ha escrito usted su propio epitafio: «perdí la credibilidad por dios y por España».
Y es que lamento informarle de que su papel en nuestra historia política se está agotando.
Ustedes nacieron para frenar el cambio y para ser la muleta de lo viejo. El otro día lo reconocía con singular desvergüenza la señora Villacís: «Nuestro objetivo era evitar que Podemos gobernara», nos dijo…
De momento lo han conseguido, pero me temo que la burbuja naranja se está desinflando y este intento fallido de investidura va a dejarles a ustedes ocupando el papel que les corresponde.
Es lo que tiene el chicle de MacGyver… dura lo que dura…
Usted se ha declarado admirador de Adolfo Suárez y recuerdo que le citó en la última investidura en la que ustedes hicieron otro de sus «exitosos» pactos.Supongo que el Suárez que usted admira es el Suárez que fue presidente mientras le apoyaron Juan Carlos de Borbón y los poderes fácticos y que empezó a dejar de serlo cuando ya no les era útil y tomaba sus propias decisiones.Ahora le va a tocar fijarse en un Suárez con más mérito: el que fundó el CDS en 1982. Porque me temo que, en el futuro, no va a jugar usted más papel que el que jugó el CDS.
Por cierto, uno de los mayores colaboradores de aquel meritorio Suárez fue Mario Conde que, al parecer, le admira mucho a usted. Haría una pareja gloriosa con el señor Garicano.
Señor Sánchez:no sé si recuerda usted que desde esta tribuna le advertí de los peligros de la hipoteca naranja. Supongo que estará usted de acuerdo conmigo en que no han sido los socios más fiables y más leales. Es verdad que nosotros a veces decimos verdades incómodas y que no somos de poner la otra mejilla cuando se nos golpea, pero para enfrentar al PP y sus políticas nosotros sí somos de fiar.
Y usted lo sabe; lo ha visto en los Ayuntamientos del Cambio y en varias comunidades autónomas.
Me hago cargo, señor Sánchez, de que su posición es muy incómoda. Las elecciones del 20D cambiaron el sistema de partidos en España y obligaron a su partido a elegir. A elegir entre construir el futuro con el PP o construirlo con nosotros.En las inmediaciones de su propio partido algunos quisieron incluso prohibirle gobernarcon nosotros. Usted no ha sido capaz de elegir y por eso estamos en la situación en la que estamos.
Pero hoy voy a elogiarle en algo. No estábamos seguros de que usted fuera a resistir las presiones de que ha sido objeto para que pactase con el PP.
Antes mencionaba los editoriales dictados por el señor Cebrián, pero las declaraciones dealgunas viejas glorias de su partido entiendo que han supuesto una presión difícil de resistir y, sin embargo, hasta este momento usted ha mantenido su palabra. Comprendo que no ha tenido que ser fácil. Por eso le doy las gracias, por no facilitar un gobierno del PP.
Pero ya es hora de decidirse, señor Sánchez. Algunos dirigentes de su partido dicen que usted no va a intentar un gobierno alternativo al de Rajoy. Eso significa apostar abiertamente por nuevas elecciones. Si esa es su apuesta, dígaselo claramente a los españoles hoy.
Nosotros sabemos que es difícil, pero estamos dispuestos a intentarlo con ustedes.Si su apuesta son unas nuevas elecciones, permítame advertirle de que los ciudadanos no lo comprenderían y eso solo representaría una prórroga a la decisión estratégica que ustedes deben tomar: con el PP o con nosotros.
A pesar de nuestras enormes diferencias, de los agravios y de los recelos mutuos, creo que la realidad política y electoral nos debe empujar a buscar un acuerdo. Lo hemos logrado en muchos ayuntamientos y comunidades autónomas, y estoy convencido de que también lo lograremos muy pronto en Galicia.Hoy va a verse aquí una mayoría de diputados y diputadas votando en contra de la investidura del PP. Creo que, con ellos, debemos intentarlo. Decídase, señor Sánchez.Señor Rajoy: hoy va a perder la votación, igual que la va a perder el viernes. Nosotros estamos dispuestos a intentar construir una alternativa a ustedes.
Pero si no lo conseguimos, si logran ustedes torcer el brazo al Partido Socialista o si este nos lleva a nuevas elecciones, nosotros vamos a seguir trabajando para ganarnos la respetabilidad de la gente por la que estamos aquí y para la que estamos aquí.Hay un hombre del que he aprendido el significado de la respetabilidad al que hoy quierohomenajear aquí. Ojalá pudiera sentarse en este hemiciclo. Julio Rodríguez, un profesional brillante, con la vida resuelta, dio un paso adelante. A cambio de nada recibió insultos y vio cómo su Gobierno, señor Rajoy, pretendía de la manera más vil degradar su prestigio al expulsarle del Ejército. Frente a la indignidad de su Gobierno, Julio representa para mí la respetabilidad y la decencia; el espejo en el que queremos mirarnos.
En España hay muchas mujeres y muchos hombres como Julio. Gente decente, valiente, honesta, corriente, que se merece algo mejor a lo que ustedes representan. Estamos aquí por ellos y ellas.
Llegamos hasta aquí empujados por la gente, diciendo verdades como puños y hoy constituimos un espacio político más amplio, que reconoce la diversidad y la plurinacionalidad de nuestra patria y que —tarde o temprano— gobernará.Me enorgullece haber contribuido a hacerlo posible y a que, a pesar de todas las dificultades, en mi país haya hoy una opción política con posibilidades de gobernar que se enfrente abiertamente a ustedes, señor Rajoy.
A muchos de ustedes les ofendió que algunos de nosotros levantáramos el puño en estaCámara en la que por tanto tiempo la corrupción, la mentira y la cobardía camparon a sus anchas.
Hay símbolos que para algunos son viejos… Yo pienso, como Carlo Levi, que el futuro tiene el corazón antiguo y que hay gestos que rinden homenaje a lo mejor de nuestra historia, de nuestra patria y de nuestros pueblos.
Ayer se conmemoraba el Día Internacional de los Desaparecidos, y España encabeza el siniestro ranking europeo en número de fosas comunes. En el mundo solo nos supera Camboya. Que no triunfe nunca el olvido… Porque fueron somos, porque somos serán».