Este partido político tiene que volver a su esencia: la frescura de planteamientos y su novedoso enfoque de la vida política como trasunto de la social, el cada día que afecta a la gente.
«La reacción de los poderes económicos que financian los medios de comunicación fue contundente y evidente. Lanzar una campaña total de difamación y ataque como nunca se había hecho y, al tiempo, potenciar a otro partido que aparentase representar idea de cambio, Ciudadanos», Jesús López-Medel.
Quedan poco más de dos meses para las elecciones y son, sin duda, unos comicios que alumbrarán un nuevo tiempo. No se va a dilucidar solo quien va a ganar sino, particularmente, cómo, con quién y para quienes van a gobernar.
El viejo duopolio se desvanecerá por la irrupción de dos partidos nuevos. Hay que partir por reconocer el mérito de estos pues es difícil romper el cerrado coto de los dos partidos tradicionales que no solo se han repartido sino también “compartido” el poder (por ejemplo, el PSOE votó a Enrique López, juez de Gürtel y marcado ‘pepero’, como miembro del TC). Otra cuestión es cómo el sistema de distribución de escaños dificulta a los partidos minoritarios acceder pues en las circunscripciones pequeñas (la mayoría en España) han de obtener un mayor porcentaje de votos que los grandes partidos.
En estas elecciones no se valora tanto el porcentaje electoral total en el conjunto de España que obtengan cada uno sino cómo lo aprovechan. Hay circunscripciones en que por su estructura, características sociológicas y número de electos a repartir, tienen los dos nuevos partidos pequeñas posibilidades, por el sobreesfuerzo de votos que han de obtener. Esto, que el PP y el PSOE lo tienen muy estudiado, los emergentes lo saben y deben concentrar su energía en los lugares donde en función de lo expresado, tienen algunas posibilidades, además de las grandes provincias.
Tras esta introducción larga y general pero necesaria, quiero centrarme en unas reflexiones sobre lo que puede ser el partido más nuevo: Podemos. El otro, Ciudadanos, ya lleva tiempo a nivel de Cataluña, junto con alguna intentona de coalición en europeas con partidos de confuso pedigrí democrático.
Lo cierto es que quien ha dinamizado la vida política española es Podemos, tras los efluvios de las protestas del 15-M (que surge estando Zapatero) y canalizando como partido político, con lo bueno y lo malo que tienen, un hartazgo de la gente hacia notables y vergonzantes abusos del sector político y financiero.
Su irrupción en las europeas de hace año y medio, parece que sorprendió a quienes no creen (ni desean) que los poderes cambien ni de manos ni comportamientos. En las encuestas desde entonces, llegaría, como una ola, a liderar un estado de opinión. La reacción de los poderes económicos que financian los medios de comunicación fue contundente y evidente. Lanzar una campaña total de difamación y ataque como nunca se había hecho y, al tiempo, potenciar a otro partido que aparentase representar idea de cambio, Ciudadanos.
Desde Podemos, además, se cometieron claros errores mientras que el otro partido novedoso, además de las enormes ayudas mediáticas y económicas (no se pueden lograr las primeras sin las hipotecas de las segundas), tuvo primero las elecciones andaluzas donde se aprovechó pues el batacazo pepero era muy previsible, exactamente igual que en Cataluña, donde se vieron favorecidos por otro PP también en declive absoluto allí, mientras Ciudadanos llevaban trabajado con coherencia durante años.
Algunos han querido presentar a Rivera como el gran futuro líder, en una gran campaña de imagen reanudada tras sus regulares resultados en las municipales. Pero, como digo, es pura telegenia. Salvo algunos perfiles muy básicos y aún con la pose populista de aparente lucha contra la corrupción, sus ideas políticas nada difieren del PP, algo más modernas y con unos candidat@s clónicas. Las concepciones políticas son las mismas e incluso los planteamientos económicos son ultra liberales y muy peligrosos.
Pero hablemos de Podemos. Este partido político tiene que volver a su esencia: la frescura de planteamientos y su novedoso enfoque de la vida política como trasunto de la social, el cada día que afecta a la gente. Ciertamente allí hay dos enfoques: quienes son neta y exclusivamente de una ideología cargada de izquierdas y otro, bastante amplio que aspira a sumar otros sectores ideológicos más variados, desde el centro progresista a la izquierda anticapitalista. No debe olvidar Podemos que sí se hubiera presentado sólo como partido de izquierdas sus resultados no habrían sido los mismos. Desde luego, hay comunistas y excomunistas entre su dirigencia, y mucho exvotante PSOE, pero también sectores más moderados, conformados por las antiguas clases medias que destrozó la crisis y los recortes. Estos no son de la izquierda profunda ni mucho menos, pero sienten atracción (y se les da protagonismo) hacia lo que representan unos jóvenes que quieren cambiar el modelo político, no porque sean anti sistemas sino porque quienes han dirigido el sistema en 35 años lo han pervertido enormemente. Sin esos sectores, Podemos no puede aspirar a ser alternativa o condicionante. ¿Alguien piensa que a Syriza sólo le vota los de claramente izquierda? Evidentemente, no.
Si que lo hacen estos, pero también, como en España con Podemos, los que sencillamente se sienten muy decepcionados con la realidad, los golpeados en su antigua posición media, los que les irrita muchísimo la corrupción (vinculada a sectores poderosos), los que están especialmente hartos de la manipulación de la justicia o de las puertas giratorias, la mezcla de dinero y poder (y en esto el PSOE no es un ejemplo) etc.
Junto con la dimensión ideológica (vista desde fuera), quiero llamar la atención de que Podemos debe salir ya del embrollo de las familias de izquierda en que se ha metido o la han metido. El histórica canibalismo de lo que en su momento representó la fuerza política que sólo tuvo un único líder claro, Julio Anguita (aun con sus errores), se ha lanzado sobre Podemos. Empezaron a surgir y resurgir grupos pequeños que, en algún caso, aportaban matices menores pero muy interesantes. Especialmente con las mareas Gallegas o el trabajo de Compromís en C. Valenciana que recibió un generoso apoyo de Podemos tras las ultimas elecciones.
Pero la mayoría de las veces lo único que representan son personalismos y ambiciones que acumulan fracasos y protagonismos. La sopa de nomenclaturas y los cambios de nombres y siglas crean lio, pueden pretender ser subgrupos y debe dejarse a un lado salvo casos justificadísimos y escasos. Quienes aspiren a ser decisivos en echar a este PP y llevar la gobernabilidad de España hacia rumbos muy diferentes, deben incorporarse a una imagen y nombre que ante el elector sea clara: Podemos. Y este debe zanjar este debate, y abandonar unos y otros a plataformas, embrollos o personajes que, en algún caso, sólo enredan y confunden.
La marca, debe ser inequívocamente, Podemos. El mensaje, el que se dio en las europeas: el cambio, pero de verdad (los de Sánchez y Rivera son de mentirijillas). Los que quieran seguir en IU, pues que lo hagan legítimamente, y los desubicados, pues que se incorporen. Los que aspiren a sumar, a creer que se puede y hacerlo con eficacia, pueden confiar a ese proyecto claramente interclasista. Si, interclasista. No conozco su organización, pero he ido conociendo que entre sus simpatizantes, junto con los más excluidos, hay personas con amplia formación: ingenieras, médicos y personal sanitario, maestros, funcionarias, técnicos, etc.
Requerirá generosidad de Podemos para incorporar a gentes válidas y representativas de especiales sensibilidades, pero sin permitir ser la suma de jaulas. Y También deben evitar más actuar como coto. No quiero que se pase de la casta a la secta. Es un partido político y debe tener valor el principio de funcionamiento de un liderazgo y una jerarquía de poder que, aunque a veces limite, no ahogue lo que en otros partidos desapareció o no existió y que, en cambio, debería esencia de esta nueva opción. Me refiero a la participación canalizada para influir en la dirección pero sabiendo y aceptando todos que este debe ser clara en su orientación e identidad.
Enlace artículo opinión Jesús López-Medel
Jurista de vocación y demócrata de convicciones firmes, incluso cada vez más radicales. Creyente del servicio público, es abogado del Estado, profesor universitario y autor de numerosos libros y conferencias. El último, En Alta Mar, recoge de modo contextualizado, reflexiones actuales al hilo de mis artículos de opinión publicados en El País, El Mundo y El Periódico de Cataluña.
Tras el final penoso de Felipe González, fui diputado del PP, desde la ingenuidad de que había que reforzar nuevas alternativas, desde mis planteamientos centristas. Mis discrepancias públicas por la guerra de Irak, la manipuladora teoría de la conspiración y especialmente las actitudes personales que observaba y la derechización me llevarían a abandonar esa mentira.
Dedicado a varias fundaciones de fines sociales, he dedicado una parte de mi vida a la defensa de Derechos Humanos, Democracia y Ayuda Humanitaria a nivel internacional, sobre todo en el mundo postsoviético y América Latina.