- Todas las provincias caen: Zamora, Ávila, León y Salamanca lideran el mayor descenso del país. Castilla y León lidera la pérdida de población al despedir a 12.000 vecinos en el primer semestre, mientras aumenta en España.
La ‘sangría’ de 66 personas cada día marca un nuevo mínimo demográfico
Nuevo mínimo demográfico en Castilla y León. La población disminuyó en 12.076 personas durante el primer semestre del año, lo que equivale a 66 personas menos cada día. Esa merma se debe, en gran medida, a que mueren el doble de los que nacen, tal y como desveló el martes el Instituto Nacional de Estadística, con uno de los saldos vegetativos más negativos del país (-7.906). A eso hay que sumar la ‘fuga’ de población, más contenida pero imparable, fundamentalmente a otras comunidades españolas (-3.714 personas). El saldo migratorio exterior también sigue en negativo (-456), según los nuevos datos publicados ayer por el INE.
En consecuencia, quedamos aquí 2.423.875 personas, una cifra que dibuja un nuevo suelo en la serie histórica de la Comunidad. Esta pérdida de población es la más acusada del conjunto nacional en el primer semestre, no sólo en términos relativos (-0,5%) sino también absolutos.
La sangría castellana y leonesa contrasta con el incremento registrado en España, que consolida el cambio de tendencia iniciado el año pasado. En la primera mitad del año, la población del país creció en 21.021 personas (hasta las 46.549.045) gracias al flujo migratorio del exterior (llegaron 52.926 personas más de las que se fueron). Ese saldo positivo consigue compensar con creces el saldo vegetativo nacional, que también fue negativo al restar 31.905 personas entre enero y junio.
En Castilla y León, sin embargo, a la creciente mortalidad y descendiente natalidad hay que añadir que siguen siendo más los que hacen las maletas que los que llegan. De ahí, que el saldo migratorio interior arroje una cifra negativa en 3.714 personas, una diferencia sólo superada por Andalucía. En concreto, se mudaron a otras comunidades 12.014 personas durante la primera mitad del año, frente a las 8.300 que aterrizaron en esta tierra.
Madrid sigue siendo la mayor receptora de las salidas de Castilla y León (con 4.496 traslados entre enero y junio), seguida de País Vasco y Cataluña, con un millar de incorporaciones castellanas y leonesas cada una. La vecina Comunidad de Madrid también es la principal emisora de ciudadanos a los que Castilla y León da la bienvenida (llegaron 2.376 en el primer semestre). A continuación se sitúan País Vasco (de donde proceden 773 nuevos vecinos) y Andalucía (767).
La estadística también muestra una contención del saldo migratorio exterior, pero no por un freno de las salidas sino por una mayor llegada de ciudadanos y por el retorno de los que se fueron. De hecho, durante el primer semestre del año, 5.792 personas volaron a otros países desde Castilla y León, casi un millar más de las que lo habían hecho en el mismo periodo de 2016. Al mismo tiempo, 5.336 personas aterrizaron desde el exterior para implantarse en esta Comunidad.
Por comunidades, la población creció durante el primer semestre de 2017 en siete territorios. Los mayores incrementos relativos se produjeron en Islas Baleares (0,84%), Comunidad de Madrid (0,46%) y Canarias (0,43%).
Mientras, diez comunidades registraron descensos de población. Los más acusados se dieron, además de en Castilla y León (-0,5%), en Extremadura (-0.43%) y Asturias (0,41%).
Por provincias, las nueve de Castilla y León vieron descender su nivel demográfico como consecuencia de dos indicadores generalizados en negativo: el saldo vegetativo y el migratorio interior. En cuanto a las salidas al exterior, sólo Burgos, Palencia, Segovia y Soria arrojan cifras en positivo al haber incorporado a más personas de las que se mudaron a otros países.
Por países de destino, la mayor parte de las ‘fugas’ desde Castilla y León fueron de ciudadanos de otros países de la Unión Europea (1.806) y españoles (613). En cuanto a las llegadas, que lograron amortiguar ese saldo exterior, 884 personas procedían de Sudamérica, principalmente colombianos (381) y venezolanos (233). También destacan las incorporaciones procedentes de África (con Marruecos como principal país emisor, con 229 ciudadanos), mientras que de Centroamérica y Caribe llegaron 509 habitantes.
La consecuencia de estos movimientos es que las nueve provincias continuaron desangrándose en el primer semestre. León es la que perdió mayor población (resta 2.710 personas para quedarse con 467.631), seguida de Salamanca (cae hasta las 334.261, 1.841 menos), por encima de Valladolid, la más poblada (que despidió a otras 1.698, hasta las 521.517).
A continuación se sitúan Zamora (177.027, 1.539 menos), Ávila (160.451, 1.306 menos), Burgos (356.379, 1.248 menos), Palencia (162.260, 754 menos), Segovia (154.586, 725 menos) y Soria (89.763, 253 menos).
La evolución semestral sitúa a todas las provincias de Castilla y León en la parte baja del ránking nacional. Y dos de ellas tienen el dudoso honor de ser las que, en términos relativos, más población perdieron de toda España. Se trata de Zamora, que ‘prescinde’ del 0,9% de su población, y de Ávila, que resta un 0,8%.
Por grupos de edad, la población desciende entre los niños, jóvenes y personas de mediana edad y aumenta casi sistemáticamente a partir de la edad de jubilación en Castilla y León, que continúa viendo crecer su edad media. Una cuarta parte de la población tiene más de 65 años. En concreto, 600.248 personas. De ellas, 47.217 tienen más de 90 años. Y los centenarios suman ya 1.391 personas.
- Un sociológo de la Universidad de Salamanca califica de «tragedia» que el éxito educativo de Castilla y León incremente el riesgo de fuga de jóvenes de la Comunidad.
El ‘invierno’ demográfico «no ha tocado fondo todavía»
Nuevo revés para la pirámide poblacional de Castilla y León. Estadística tras estadística, la Comunidad demuestra vivir en un permanente ‘invierno’ demográfico, con una caída constante y sostenida de habitantes ya tradicional desde mediados del siglo pasado. Y la situación «no ha tocado fondo». «Lo que estamos viviendo en Castilla y León se va a agravar aún más», sostiene el profesor titular del departamento de Sociología de la Universidad de Salamanca, Alberto del Río, quien pronostica «10 o 20 años» de continuos desplomes.
«Tenemos muchas personas mayores», lo que incidirá en un aumento de las defunciones. «Tenemos pocos jóvenes, y los que hay se marchan en busca de oportunidades». «Y cada vez tenemos menos mujeres jóvenes y, por tanto, menos en edad de tener hijos»», explica Del Río, para quien, si nada lo remedia, «en unos años Castilla y León tendrá la mitad de población que actualmente».
Sólo un «boom migratorio» podría, a su juicio, alterar la situación y compensar el descenso de nacimientos y aumento de defunciones que se va a producir en los años venideros. Sin embargo, parece una utopía. Lo es porque, tal y como añade, la Comunidad «no tiene suficiente capacidad para atraer a población», a diferencia de otras autonomías que, aun compartiendo el mismo patrón vegetativo que Castilla y León, sí consiguen captar habitantes.
Entre ellas cita a Madrid, Baleares o la costa levantina. «Estas autonomías envejecen, pero lo compensan llevándose a nuestros jóvenes, y estos se llevan sus nacimientos».
El gran factor diferencial está, por tanto, en el empleo y en eso Castilla y León cojea. Y es que, según lamenta Del Río, la Comunidad «no ofrece puestos de trabajo porque no hay grandes industrias, ni grandes conglomerados urbanos que atraigan servicios, ni tampoco es capaz de atraer nuevas tecnologías».
«Es una auténtica tragedia», sostiene este sociólogo, que Castilla y León disponga de un capital humano «muy bien formado» y no le ofrezca «empleo cualificado». Y es «una tragedia y un contrasentido», a su juicio, que «el éxito educativo de la Comunidad, avalado por informes, acabe repercutiendo negativamente sobre ella, en la medida en que cuanto mejor se forma a los alumnos mayor riesgo hay de que emigren a otras comunidades o al extranjero para encontrar un empleo».
Para Del Río, es el empleo «el factor determinante para que se produzca del cambio», por encima de cualquier medida de conciliación de la vida familiar y laboral. Aunque defiende la existencia de un mayor número de este tipo de medidas, advierte de que «nadie espere que esas políticas vayan a ser capaces de invertir la tendencia». Puede animar a alguna mujer, que ya lo desee, a tener hijos, «pero no ampliará significativamente la tasa de fecundidad», apunta.
Puestos a echar cálculos, Del Río estima que Castilla y León necesitaría registrar 10.000 nacimientos al año para compensar el gran «desbalance» existente entre alumbramientos y fallecimientos.
Para alcanzar esa cifra, la Comunidad precisaría «10.000 mujeres más» o que aumentara la tasa de fecundidad y que cada una tuviera dos hijos de media y no los 1,3 actuales. Llegar a esa cifra es «muy difícil, salvo que atrajera a muchos inmigrantes».