25 noviembre 2019
NO TE CALLES dice uno de los lemas de este 25 de noviembre … y no, no nos callamos. La ciudadanía, en este día y en muchos puntos de la geografía mundial, ponemos voz a quien ya no la tiene como consecuencia de la violencia de género.
Todas las personas podemos y debemos contribuir para evitar que se den estas situaciones, no mostrándonos indiferentes, no callándonos, prestando nuestro apoyo a las mujeres que sufren cualquier tipo de abuso ya sea físico, psicológico, sexual, económico, etc. No juzgando su comportamiento puesto que ellas son las víctimas, y sí acompañándolas en su proceso de empoderamiento. La violencia de género altera la vida de las mujeres, destruye su salud y vulnera sus derechos y libertades fundamentales, entre ellos, y como última consecuencia, la vida.
El actual Secretario General de la ONU en una reciente rueda de prensa declaraba…. «Hasta que las mujeres y las niñas, que constituyen la mitad de la humanidad, vivan sin miedo, sin violencia y sin inseguridad diaria, no podremos afirmar realmente que vivimos en un mundo justo y equitativo«.
Pues sí, legítima meta de justicia social que nos obliga, entre otras muchas acciones, a visibilizar y no esconder nuestro más profundo rechazo ante esta cobarde demostración de violencia, tratando de fomentar un modelo de convivencia basado en el respeto y en la igualdad, incorporando la perspectiva de género y favoreciendo una cultura de paz. La Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce la vida, la libertad y la seguridad como derechos inalienables, es decir, son inherentes a la condición humana. Ninguna sociedad, que se considere avanzada y democrática, puede permitir que la mitad de la población viva sistemáticamente bajo el riesgo de amenaza o maltrato de algunos miembros de la otra mitad.
Esta declaración hace necesario y urgente rebajar el clima de crispación y violencia en nuestros ámbitos más cotidianos y cercanos (en el ámbito laboral, en el político, en el familiar, en el comunitario, etc) y apostar por unas relaciones basadas en el respeto a la dignidad de la persona por el mero hecho de serlo. Practicar esta máxima facilitaría una toma de conciencia para poder interiorizar que la violencia contra las mujeres es una violación de los derechos humanos muy extendida, persistente y devastadora del mundo actual. Esta violencia es una injusticia manifiesta que impide que la sociedad avance en el camino de la igualdad y el bienestar común y será el plato de cada día si no somos capaces de cuestionarnos qué tipo de sociedad genera maltratadores. No habrá una verdadera democracia mientras no exista una verdadera igualdad.
En los últimos años, son muchas las iniciativas para erradicar la violencia que se ejerce contra las mujeres, fomentando una serie de medidas para apoyar de manera inmediata a las víctimas y encontrar una solución definitiva a este problema, lo que ha supuesto un avance significativo en la concienciación y sensibilización social.
Pero no tenemos derecho a relajarnos, el avance es lento, muy lento, en el año 2003 en España mataron a 71 mujeres y este año, dieciséis años después, a 52 y digo mataron y no murieron, porque este último verbo que se utiliza con mucha frecuencia, pone el acento en ellas, pero de manera pasiva, como que se murieron, y NO, no se murieron, las asesinaron. Una mujer asesinada, UNA (pensemos en nuestra madre, hija, hermana, sobrina, nieta, amiga, compañera) es mucho e insostenible.
Y no basta solo con no ser parte del problema, sino que cada vez que seamos testigos de un acto de violencia física o verbal hacia la mujer, tenemos que ser parte de la solución y «no callarnos» porque de lo contrario formaremos parte de ese paisaje que no se implica y el silencio nos hará cómplices. No podemos mirar hacia otro lado bajo excusas como «yo no soy de esos» o «a mí no me afecta». Cuando la sangre es de una mujer maltratada, la herida es de toda la sociedad y aunque somos muchas las personas hartas del machismo y sus métodos, tenemos que ser aún más. Hoy es un buen día para seguir sumando.
La vida no tiene fronteras, por eso a continuación, guardamos un minuto de silencio por todas las mujeres asesinadas en el mundo.